Frase
"Nos mantenemos a la espera del informe de dichos peritajes para establecer la causa del deceso de la dueña de casa".
Yasna Segovia, fiscal, por muerte de mujer en incendio.
"Nos mantenemos a la espera del informe de dichos peritajes para establecer la causa del deceso de la dueña de casa".
Yasna Segovia, fiscal, por muerte de mujer en incendio.
Cuatro personas fueron detenidas por su participación en estafas superiores a 100 millones de pesos, cometidas en distintas ciudades del país. Los detenidos, oriundos de Osorno, operaban mediante una empresa fraudulenta de compra y venta de madera, utilizando cheques sin fondos. La investigación reveló que uno de los socios desaparecía dejando deudas impagas.
Después de años de trámites, más de 500 casas del sector Río Sur de Maicolpué tendrán acceso a agua potable. La presidenta Jeannette Pineda informó que el proyecto comenzará en 2006. La iniciativa responde a una necesidad urgente planteada por los propietarios, por lo que solo quienes estén inscritos en la agrupación podrán beneficiarse.
Uno de los sectores que fue golpeado tras la erupción del volcán Calbuco fue el apícola, que acusa la muerte de un número indeterminado de abejas. La causa principal es que consumen con polen con ceniza y con ello el polvillo "se va a las alitas". Se estima que en total son más de 2 mil 500 las abejas que están complicadas porque no han podido ser sacadas tras la erupción.
El sociólogo alemán Niklas Luhmann escribió alguna vez que "las organizaciones sólo pueden evolucionar si son capaces de decidir sobre lo que no se puede decidir". Con ello sintetizaba una intuición profunda: una organización sólo se transforma si logra cuestionar sus propios límites y abrirse a espacios nunca ocupados.
Quizás ningún sistema social, como lo llamaría Luhmann, encarne mejor esta tensión que la Iglesia católica. Por un lado, una institución bimilenaria, anclada en piedra, que se define a sí misma por la fidelidad a su fundador; por otro, una comunidad viva, atravesada por las convulsiones de cada época, que no puede dejar de confrontarse con los signos de los tiempos. ¿Cómo conjugar ambos movimientos, la conservación y la transformación, sin traicionarse?
Quien suceda a Francisco, lo quiera o no, será llamado a enfrentar ese dilema. No como protagonista único, la Iglesia no se decide desde una sola voz, pero sí como figura simbólica de una nueva etapa. Y esa etapa traerá desafíos que parecen no admitir más aplazamientos.
El primero es el de la sencillez y la transparencia. No en sentido meramente moral, sino como forma de autenticidad institucional. La lógica del secreto, los rituales de opulencia, los gestos heredados de una corte que ya no existe, todo eso ha perdido eficacia simbólica. El Evangelio, por ejemplo, no requiere de guardia suiza ni de títulos de eminencia para decir lo que tiene que decir. Lo que el mundo espera, más bien, es una Iglesia que sea reconocible por signos despojados: la sencillez del pesebre, la simplicidad del pan y la desnudez de una cruz alzada en lo alto.
El segundo es el de ampliar los espacios de participación. El clericalismo no es sólo una distorsión del poder, sino una limitación estructural en la capacidad de percibir. Si sólo un tipo de voz resuena, si sólo ciertas experiencias son consideradas relevantes, las de obispos y sacerdotes célibes, el sistema se vuelve autorreferente, incapaz de registrar los matices del mundo al que dice servir. Incorporar la voz de los laicos, particularmente de las mujeres, así como ampliar las fuentes litúrgicas y la provisión de tradiciones extraeuropeas, no es una concesión: es una condición de universalidad eclesial.
El tercero es la renovación de sus lenguajes. La fe ya no se transmite en una sola clave. La cultura contemporánea se comunica en imágenes, sonidos, símbolos. La parroquia no ha dejado de ser importante, pero no puede seguir siendo el único espacio de encuentro.
La homilía no puede ser la única forma de discurso. Hoy, la evangelización ocurre también en el mundo virtual, en una instalación artística, en una conversación digital. La Iglesia no puede seguir hablando y escuchando como si el siglo XXI no hubiera comenzado.