El Jubileo de la Esperanza
Carlos Godoy , Obispo de Osorno
El 24 de diciembre, el Papa Francisco inauguró en Roma el Jubileo de la Esperanza. Los jubileos tienen su origen en el Antiguo Testamento y nacieron con la finalidad de restablecer la correcta relación con Dios, con las personas y con la creación. Implicaba la condonación de las deudas, la restitución de terrenos enajenados y el descanso de la tierra. Estos se vivían cada 50 años.
En el Nuevo Testamento, el gran motivo de júbilo es la instauración del Reino de Dios con la predicación de Jesucristo, ungido por el Espíritu Santo para anunciar el año de gracia del Señor (cfr. Lc. 4, 19). A partir del año 1300 d. C., se suceden una serie de jubileos con distintos ritmos de tiempo: primero, cada 100 años; luego, cada 50 años; y finalmente, cada 25 años. El jubileo tiene como propósito principal el hacernos conscientes de nuestra naturaleza peregrina y la necesidad de la reconciliación. A la base de la reconciliación está el perdón. ¿Por qué perdonar? Porque no hacerlo tiene consecuencias en la vida. Por un lado, se perpetúa en sí mismo y en los demás el daño causado. Por otro, se vive con un resentimiento constante y, finalmente, se permanece aferrado al pasado.
¿Cómo entender entonces el perdón? Para responder a esta pregunta, es necesario desenmascarar las falsas concepciones de perdón: perdonar no es olvidar; perdonar no significa ignorar; perdonar requiere más que un acto de voluntad; perdonar no puede ser una obligación; perdonar no significa sentirse como antes de la ofensa; perdonar no exige renunciar a los propios derechos; perdonar al otro no significa disculparle; perdonar no es una demostración de superioridad moral y perdonar no consiste en traspasarle la responsabilidad a Dios. La palabra perdón significa "dar en plenitud"; el prefijo "per" hace referencia a intensificación o a mayor cantidad. El perdón expresa una forma más perfecta de amar. En la enseñanza de Jesús, el perdón parece un camino ineludible en la configuración del discípulo. "Como el Señor les ha perdonado, así también hagan ustedes" (Col. 3, 13). El Padre Nuestro (Mt. 6, 9 - 13), más que una condición, es un estilo de vida: tal como el Padre les perdona, aprendan ustedes también a perdonar.
"El perdón es el signo más visible del amor del Padre", dice el Papa Francisco, y así lo ha revelado Jesús con su predicación y con su vida. Incluso en el momento más difícil de su vida, en la cruz, tiene palabras de perdón: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc. 23, 34). Así señala un camino para los suyos: perdonar siempre (70 veces siete: Mt. 18, 21-35). El perdón auténtico es motivo de profunda alegría. Es lo que siente el padre de la parábola al recobrar a su hijo; comparte su alegría con todos los de su casa. El único que no se alegra es el que no puede perdonar. Una persona, una comunidad que aprende a perdonar, se vuelve motivo de esperanza para los demás.