Todo comenzó un 11 de noviembre de 2019. Los hechos de violencia iniciados en octubre fueron aumentando en frecuencia y gravedad. La noche era especialmente difícil. La oscuridad era perfecta para las barricadas incendiarias, saqueos, incendios, la destrucción de la propiedad y, por cierto, para los ataques a Carabineros. El capitán Toro, con casi dos décadas de servicio, amaba a su institución. Su vocación era enorme, siempre dispuesto a cumplir con su deber y proteger a los demás. Tenía una carrera intachable y una hermosa familia.
Pero esa noche su vida comenzó a cambiar. Estaba de servicio junto a su patrulla. El que llevaran semanas de agotadores turnos no fue obstáculo para que respondieran raudos al llamado por delitos en una intersección de La Serena. Al llegar, una turba de encapuchados los atacó corriendo hacia ellos, mientras les lanzaban bolones de acero con hondas, piedras y trozos de fierro, cuyos impactos retumbaban en sus cascos y en el furgón, en medio de gritos de "pacos asesinos" y que los iban a matar, pudiendo escucharse de fondo ruidos similares a disparos.
Temieron por sus vidas. Estando al mando tenía la obligación de actuar y lo hizo, disparando la escopeta antidisturbios conforme a todas las normas y protocolos vigentes. Fue gracias a su acción que se logró contener la agresión ilegítima, sin perjuicio que cuatro carabineros resultaron heridos. Más tarde, en el hospital, una persona ingresó lesionada en uno de sus ojos y se le extrajo la mitad de un perdigón.
Todo ello dio inicio a un proceso penal, donde fue perseguido por años, en una investigación por apremios ilegítimos marcada por el sesgo y durante la cual fue tratado como delincuente. La pretensión era encarcelarlo por 15 años. Cayó en depresión, perdió a su familia, su carrera, sus sueños e incluso en ocasiones sus ganas de vivir. Salvo sus padres, nadie más le tendió una mano. Lo dejaron solo y a su suerte.
¿Cómo termina esta historia? Absuelto unánimemente por el Tribunal Oral. Con la misma prueba que los acusadores siempre tuvieron delante de sus ojos, a los jueces les quedó claro que había actuado ajustado a derecho. Así, sólo el Poder Judicial fue capaz de proveer la objetividad e imparcialidad que el sistema de justicia garantiza a cualquier persona.
Nadie le dio explicaciones, nadie respondió por las injustas acusaciones y nadie le podrá reparar todo el daño producido, cuestiones que quizá debieran ser abordadas legislativamente para casos como éste; no sólo pensando en proteger a los carabineros injustamente perseguidos por actos de servicio, sino que también por los eventuales negativos efectos que este tipo de situaciones puede generar en todos quienes integran esa fundamental institución.