En estos días se cumplieron dos años del fallecimiento del Cacique Mayor don Antonio Alcafuz Canquil. Tuve la oportunidad de celebrar una Eucaristía en su nombre.
Me impresionó el cariño que muchas personas sienten por Ünen Apo Ülmen de la Fütawillimapu. También me causó una grata impresión la admiración que muchos sentían por su sabiduría y serena autoridad.
Me preguntaba: ¿Es necesario que la persona que ejerce la autoridad tenga un carácter fuerte para imponerse a los sujetos que están bajo ella? Don Antonio demostró que no necesitó imponerse con prepotencia para ejercer su autoridad. Una vida consecuente, un hondo amor a la tierra, una vida religiosa profunda y una serena paz bastaron para imponerse moralmente a los suyos.
Le pedía a Dios que me diera esa paz interior y la sabiduría necesaria para cumplir con mi función de pastor de nuestra querida Iglesia de Osorno. Con todo, lo más importante a destacar de la vida de Don Antonio fue su irrestricto apego a la tradición de sus antepasados, quienes fueron hombres de paz y profundamente religiosos.
En más de una ocasión, invocó esta tradición y trató de persuadir cualquier intento de transgresión a los valores que caracterizan al pueblo Huilliche. Estos valores, tan arraigados, se expusieron de forma solemne en una Junta General a orillas del río de las Canoas, en la reducción del Rahue, efectuada el 8 de septiembre de 1793. A esta concurrieron los caciques de Rahue, Catriguala, Iñil y Canihu, y, por la contraparte, los comisionados del Gobernador O'Higgins, el misionero Manuel Ortiz, oficiales y soldados amigos de los caciques, quienes acordaron que los españoles pudieran asentarse en las tierras que ocuparon sus antepasados entre los ríos Rahue y Damas hasta la cordillera, conservando una serie de privilegios comerciales; el establecimiento y evangelización de misiones en tierras indígenas; y la paz entre las distintas parcialidades indígenas, conservando el respeto por los bienes y propiedades de las familias y sus tierras.
Este acuerdo favoreció el surgimiento de importantes misiones que han redundado en un intenso trabajo de promoción humana, social y religiosa. El tratado de las Canoas es un hito histórico que tradicionalmente el pueblo Huilliche ha recordado como el momento que marcó el inicio de una convivencia pacífica entre comunidades indígenas y huincas. Es notable ver cómo esta estrecha relación se expresa especialmente en la religiosidad popular costera, donde la comparsa al ritmo del kultrún, la trutruca y la guitarra acompañan las procesiones de la Virgen y de los Santos.
Hombre bueno y justo, Antonio Alcafuz Canquil, descanse en paz.