Los pilares productivos de la Región de Los Lagos enfrentan graves desafíos en sus motores de desarrollo. En primer término, la salmonicultura, pese a contar con más hectáreas disponibles para esta industria que Noruega, produce un 56% menos que dicho país. Por otro lado, en el ámbito lácteo, con un territorio similar al de Nueva Zelanda, el sur de Chile genera apenas una novena parte de la producción de leche de esa nación. Paralelamente, el número de cabezas de ganado permanece estancado, y con ello, la producción de carne.
No estamos elucubrando: tenemos dos ejemplos de naciones desarrolladas que han sabido aprovechar el potencial completo de industrias en las que Los Lagos posee ventajas competitivas clave, como una batería de tratados comerciales que permiten acceder a los mercados más exigentes del mundo.
Pero el estancamiento no cesa. Mientras los sectores lácteo y ganadero no logran dar el salto productivo, la salmonicultura, vinculada al sector granos, sigue enfrentando obstáculos, y la fruticultura se ve amenazada por la irrupción de Perú, que refleja la eficiencia que alguna vez caracterizó a Chile.
El denominador común de este estancamiento es la falta de convicción sobre la importancia del crecimiento económico. Esto, sumado a un sistema de permisos fragmentado y farragoso, opera bajo una matriz ideológica que ve en el desarrollo industrial un potencial enemigo del medio ambiente. Esta narrativa es hábilmente aprovechada por competidores externos y, en algunos casos, podría estar siendo incentivada por financiamientos generosos a ONGs.
En década pasada, el Estado creó la Oficina de Grandes Proyectos para monitorear grandes iniciativas y mejorar la tramitación de permisos a través de un sistema unificado. Aunque apunta en la dirección correcta, su implementación ha sido insuficiente. Además, no cubre proyectos de menor alcance, dejando a muchas iniciativas sin apoyo para sortear la maraña burocrática.
Los Lagos, que cuenta con industrias capaces de impulsar economías como las de Noruega y Nueva Zelanda, podría liderar la creación de una Oficina de Impulso a la Inversión, alineada con su símil en la capital, para articular y acelerar proyectos, convirtiéndose en un modelo para el resto del país. Chile necesita retomar el crecimiento y Los Lagos tiene las herramientas para marcar el camino. Este impulso no puede seguir esperando.