La misión de Quilacahuín bajo el alero de bávaros y holandeses
Los capuchinos de origen germánico continuaron el trabajo hecho por los italianos, que estuvieron la mayor parte del siglo XIX. Durante su permanencia consolidaron la educación con ayuda de las religiosas de la Santa Cruz. Fueron relevados por los capuchinos de los Países Bajos, que llegaron a Osorno por gestiones de monseñor Francisco Valdés.
Religiosas de la Santa Cruz y alumnos del colegio de Quilacahuín de salida para un viaje.
Es innegable el gran aporte que realizaron los capuchinos italianos durante la segunda mitad del siglo XIX en la misión de Quilacahuín. Abrieron escuelas, cementerios y levantaron nuevos templos en el recinto junto al río Rahue. Aquellos religiosos llegaron en 1848 desde Génova para atender a las misiones de la zona. No obstante, para 1896, era notable la disminución de sacerdotes de la orden, ya sea por enfermedades, avanzada edad o fallecimientos (el padre Luis de Camerino murió en la misión de Dallipulli, Rapaco, en 1899).
Por ello, y para suplir la carencia, el prefecto apostólico de La Araucanía, Alejo de Barletta, solicitó a la provincia capuchina de Baviera el envío de religiosos para hacerse cargo de las misiones, entre ellas Quilacahuín, lo cual fue aceptado.
Los primeros bávaros arribaron a Chile en 1896 para trabajar como misioneros desde Villarrica al sur. En marzo de ese año llegó a Quilacahuín el primero de la orden: fray Anselmo de Kamin, quien estuvo poco tiempo. En 1900 tomó el mando fray Félix José de Augusta, médico de profesión, quien se destacó como lingüista en La Araucanía y publicó varios textos sobre el mapudungún. Su principal tarea en Quilacahuín, además de evangelizar, fue legalizar y establecer definitivamente el predio de la misión, para así zanjar cualquier disputa.
La orden lamentó una tragedia en 1904: el misionero Lucio de Bunster fue asesinado por bandoleros rurales al llegar al estero Chaihuín, cuando iba de regreso a la misión de Quilacahuín. Su cuerpo fue hallado bajo el puente del riachuelo y el crimen quedó impune, sin culpables. No obstante, ello no amilanó en nada su fe y vocación de servicio.
Educación y evangelio
Los bávaros retomaron la labor educacional de la misión, iniciada por los italianos. Para atender el colegio, en 1906 pidieron el apoyo de la religiosas de la Santa Cruz, llegando desde Río Bueno las primeras tres monjas que se encargaron especialmente del internado. Años más tarde, en 1910, también se abocaron a la escuela de la misión San Juan. Las religiosas se quedaron en Quilacahuín hasta el terremoto de 1960, sismo que causó severos daños en los edificios misionales. Durante su estadía incluso crearon una escuela agrícola femenina. Luego fueron trasladadas a la misión San Juan para continuar con su trabajo educacional.
Los bávaros también le dieron un fuerte impulso a la evangelización: predicaron misiones y realizaron masivas primeras comuniones y confirmaciones de niños y adultos indígenas, además de campesinos. Implementaron también la acción católica, que eran asociaciones de jóvenes y adultos encargadas de trabajar en la pastoral de la iglesia. Asimismo, introdujeron en 1935 la fiesta religiosa de San Sebastián, que se celebra hasta los días de hoy en la misión de Quilacahuín.
Los capuchinos bávaros siguieron atendiendo la misión de Quilacahuín tras la creación de la diócesis de Valdivia, en 1944, de la cual pasaron a depender todas las misiones de la zona. Luego se creó la diócesis de Osorno, en 1955, y su trabajo misional se prolongó por 5 años más, para concluir en 1960.
Holandeses
Para suplir a los bávaros, el primer obispo de Osorno, monseñor Francisco Valdés, en un viaje que hizo a los Países Bajos, solicitó religiosos a los capuchinos de ese país para atender las misiones de Rahue, Quilacahuín y San Juan. Así, en noviembre de 1958 llegaron los 3 primeros a la misión de Rahue, procedentes de Holanda: Winfredo Van den Berg; Ausencio Wylhoven; y Juan Jansen; además del hermano Efrén.
El padre Winfredo asumió como párroco en Quilacahuín el 3 de abril de 1960, secundado por el padre Nivardo Snik. Por la gran cantidad de funciones que debían desempeñar, tales como educación, salud, abastecimiento y administración del predio agrícola, además de las tareas evangelizadoras, el padre Ausencio le sugirió al obispo Valdés que pida al superior de los Hermanos Penitentes de San Francisco el envío de religiosos para encargarse del trabajo social, lo que fue aceptado después de una visita que realizó el superior general a las misiones.
Hermanos penitentes
Fue así como el 5 de noviembre de 1964 llegaron a Quilacahuín los primeros seis hermanos penitentes y en los años posteriores arribaron dos grupos más, compuestos por profesores, enfermeros, técnicos agrícolas, cocineros y administrativos. En total, llegaron 16 a trabajar a las misiones de Osorno.
Por esa misma fecha se trasladaron a los terrenos de la misión la oficina del Registro Civil y de Correos de Chile, que existían desde mucho antes en la localidad, pero fuera. Se sumaron al retén de Carabineros que se había instalado en 1937 en los terrenos de la misión junto al río Rahue, para resguardo del propio recinto religioso por los conflictos que se tuvo con indígenas y otros vecinos, y para dar tranquilidad al sector rural. En cierto modo se repitió la vigilancia que brindó una guarnición militar española de 10 soldados en Quilacahuín a finales del siglo XIX, a petición de los propios caciques de la jurisdicción.
primer grupo de Hermanos Penitentes enviados a Quilacahuín en 1964, junto al Superior General.
el hermano Vitalis van de grint, técnico agrícola de profesión, introdujo la crianza de cerdos en la misión de Quilacahuín.