Las campañas políticas dan para todo, no sólo por las manipuladoras estrategias de seducción del electorado, sino también porque a veces ocurre algo distinto, un suceso anómalo e imprevisto que viene a ponerle algo de sazón a alguna batalla electoral que, precisamente gracias a ello, logra escapar al menos por un rato de la somnolencia.
Esto pasó no hace mucho con las "dueñas de casa" en la competencia por la Gobernación Regional, quienes sin quererlo fueron invitadas gratuitamente a un baile durante un programa radial, despertando de inmediato en algunos dirigentes políticos de un sector lo mismo que instintivamente produce un pez sangrante para un tiburón.
En política las oportunidades se aprovechan, más aún si son regaladas. Lo nimio pasa en segundos a ser escandalosamente importante y viceversa, dependiendo de la conveniencia de turno. La honestidad intelectual no está en el manual, mientras que en los discursos reinan las falacias lógicas y argumentativas que la mayoría de las veces pasan inadvertidas, logrando a través de ellas posicionar como verdaderas ideas que en realidad son falsas, o simplemente llevar el eje de la discusión a otro lado para así escapar del fondo del asunto.
Este caso no es la excepción. Frente a la afirmación de falta de competencias para el cargo, ejemplificada inapropiadamente con las dueñas de casa -y también con los pasteleros que hasta aquí nadie ha salido a defender-, la réplica no consistió en refutar esa aseveración reafirmando protagónicamente la existencia de los atributos cuestionados, esto es, yendo al fondo de lo debatido, sino que utilizando la "falacia del hombre de paja" se caricaturizó el argumento en términos de reducirlo y circunscribirlo sólo a una supuesta ofensa hacia quienes cumplen esa labor.
Pero como además se atacó a la persona que hizo la crítica, también se echó mano a la falacia "ad hominem" -que busca deslegitimar al mensajero y no el mensaje-, mientras que al argumentar en base a prejuicios, sentimientos populares o clichés, como lo es el afincar el discurso en la altísima valoración social que tiene el rol de dueña de casa, se usó la falacia "ad populum".
Como fuere, más allá de la torpe referencia a las dueñas de casa, la respuesta al cuestionamiento no fue más que un poco elegante intento de cosechar electoralmente un desliz político, a través de falacias argumentativas que hasta el día de hoy en nada han ayudado a desmentir ni esclarecer el fondo del asunto.
Esto es, la falta de competencias para el cargo; todo lo cual de paso deja entrever que finalmente todos, sin excepción, usan las mismas armas retóricas y hacen más de lo mismo.