"Creo que ya se reactivó la facción del Tren de Aragua. Ninguna plaza criminal exitosa va a ser abandonada"
Pablo Zeballos es osornino de nacimiento. De niño, uno de sus paseos obligados era venir a Angelmó, por ejemplo. Guarda los mejores recuerdos del sur, excepto de Valdivia -bromea- al recordar la antigua rivalidad entre ambas ciudades por el básquetbol.
Hoy su nombre ha tomado notoriedad, gracias a su libro "Un virus entre sombras: la expansión del crimen organizado y el narcotráfico en Chile", donde expone sus 20 años como oficial de Carabineros y otros 12 años como investigador. El texto, publicado por Catalonia, ya suma una segunda edición, gracias al interés que ha generado la temática en un país golpeado por las olas de homicidios, crímenes violentos y otras manifestaciones más silentes, entre ellas, la explotación sexual de mujeres, que incluso ya tiene en Puerto Montt una condena ratificada por la Corte Suprema en agosto, a una facción del Tren de Aragua, con penas que suman 99 años
Según su autor, la principal motivación para hacer el libro pasó porque comenzó a ver en el territorio nacional lo mismo que ha dedicado su vida a conocer, pero fuera de nuestras fronteras. E incluso, con idénticos detalles: "Se estaba dando en Chile, al igual que en otras partes, la reacción tanto de las autoridades como de las personas que tienen representación política, incluso de la academia, ciertas nociones erradas. Y también se generaban ideas perjudiciales para entender este enfoque, o sea, soluciones mágicas para un problema que no tiene soluciones mágicas".
En el caso del sur, llama a poner atención al menos cuatro elementos: la existencia de actividad portuaria, la presencia de la cárcel, la conectividad vía terrestre y la frontera con Argentina y la proliferación de negocios del mismo rubro, como barberías y locales de tragamonedas.
-Crimen organizado versus delincuencia común, ¿cómo se puede conceptualizar estos fenómenos y qué diferencias tienen?
-La criminalidad organizada tiene un objetivo: tomar las ganancias de las economías ilícitas e inyectarlas en las economías formales. Lo que estamos observando, y que nos llama mucho la atención en América Latina, es el método como se instaura este objetivo y el método violento, con un desprecio absoluto hacia la vida. La delincuencia común y la delincuencia organizada tienen como objetivo ganancias inmediatas, poder repartir entre el grupo organizado e incluso invertir un poco, pero no con la intención de corromper todo un sistema para obtener las ganancias de las economías ilícitas.
Esa es la característica diferenciadora, o sea, eso nos permite entender que no necesariamente la violencia es una característica que diferencia a la delincuencia común del crimen organizado, sino más bien es el objetivo final.
-En el libro menciona la importancia de la actividad narco como fuente clave de recursos para esta criminalidad organizada. Así las cosas ¿es el narco el delito base o clave, o sólo una ramificación más de este fenómeno?
-En América Latina, y varias partes de Europa también, hay una transformación en la criminalidad organizada como la conocemos. Douglas Farah, el investigador con el que trabajo, definió que estamos en una cuarta ola del crimen organizado en América Latina. Para simplificarlo, la primera ola es el modelo de Pablo Escobar, que logra agrupar un grupo de criminales, constituir un cartel, pero ese cartel tiene un producto único, que es la cocaína, un mercado único (Estados Unidos), y una ruta única, la ruta del Caribe. Y el método que utiliza se llama "plata o plomo": o compro el Estado o mato al Estado.
Escobar le declara la guerra al Estado y fracasa en su método, porque termina muerto. Inmediatamente viene una segunda ola, que es la vinculación de los carteles de Cali y el cartel de México. Dicen: "Mira, el mercado sigue siendo único, Estados Unidos. El producto sigue siendo único, la cocaína, pero la ruta cambia". Y ya no es por el Caribe, sino por Centroamérica, generando olas de violencia e instabilidad que se mantienen hasta hoy. Y también cambia el método, el cartel de Cali y el cartel de Medina. Ellos dicen: "El modelo de guerra al Estado no funciona, vamos a corromper al Estado".
Después viene una tercera ola, que es la de los Estados criminalizados, donde influye mucho el socialismo del siglo XXI -Chávez, Morales, Correa-, donde el crimen empieza a convertirse en un poder paralelo con capacidad de negociar con el Estado. Y hoy estamos en una cuarta ola, que tiene que ver con el ingreso de actores extrarregionales a América Latina, generando una especie de diversificación de los mercados criminales, siendo árbitros que ya no generan violencia, que fijan el precio internacional de la cocaína, que ofrecen rutas, etc.
Hoy el narcotráfico es un motor más. Pero hay motores muy poderosos, donde apagar el narcotráfico necesariamente significa disminuir el crimen organizado.
¿Qué motores son esos? La minería ilegal, por ejemplo, la extorsión generalizada de territorios controlados, la trata de personas, que es el tema que ustedes han vivido allá en Puerto Montt, las criptomonedas. El narcotráfico sigue siendo importante, pero no es el único motor.
-El crimen organizado está instalado en gran parte del país. En Puerto Montt ya hay una facción del Tren de Aragua cumpliendo condenas que suman 99 años por explotación sexual de mujeres. ¿Qué piensa de la presencia de estos grupos en zonas alejadas de la Región Metropolitana, donde, históricamente, existía la percepción que se concentraban los barrios y zonas más peligrosas, tomadas por bandas?
-Estructuras criminales como el Tren de Aragua son un buen modelo para explicar la pregunta. El Tren de Aragua es una estructura que surge en el extranjero, que ingresa a Chile, pero va avanzando. Ellos tienen una actividad depredatoria territorial en búsqueda de oportunidades de mercado y negocio. Por ejemplo, llegan