A inicios de los años '90, Chile se enfrentaba a una serie de desafíos sociales, entre ellos el de vivienda: nos faltaban 59 casas por cada mil habitantes (casi el doble del problema que enfrentamos en el presente). Conocemos las soluciones que se dieron, y si bien el déficit se redujo, también presentó sus bemoles: segregación territorial, tamaño de las viviendas, problemas de construcción, espacios comunes de baja calidad o inexistentes. Cantidad sin calidad, tarde o temprano nos alcanza y golpea.
Hoy enfrentamos, en otra dimensión, una problemática de "cantidad" muy relevante: la baja tasa de natalidad.
El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) cifra la tasa de fecundidad en 1,3 hijos por mujer, muy por debajo del 2,1 necesaria para evitar el envejecimiento excesivo de la población, inferiores a las de Alemania o Estados Unidos.
Por otro lado, también nos hemos enfrentado a otra problemática relevante: el aumento del involucramiento delictual de niños, niñas y jóvenes. En los últimos años hemos recuperado estadísticas similares a las observadas en 2017, después de casi una década de reducción. ¡Qué gran dicotomía estamos enfrentando!. Por un lado nos hemos dado cuenta de que nuestros niños y adolescentes son, si se puede imaginar, aún más valiosos que antes, pero por alguna razón dejamos que inicien un camino que no les ayuda. Si antes no nos sobraba ningún niño, hoy nos sobran aún menos.
Durante los siguientes años, nuestro país no sólo tiene que preocuparse de que hayan más niños y adolescentes; no basta con aumentar el número, tenemos que tomar, como padres y cuidadores, la responsabilidad de brindarles un entorno que los proteja de los riesgos del desarrollo. De lo contrario, podría aumentar el número de jóvenes perdidos en las drogas y el delito, no por un aumento de bandas o narcotráfico, sino sólo porque tenemos más niños.
La parentalidad, como habilidad, no es necesariamente innata. Se puede aprender y perfeccionar, y como humanidad hemos desarrollado una cantidad de investigación robusta que nos orienta en la dirección a la que debemos ir.
Es el momento, por lo tanto, de preocuparnos de una natalidad con parentalidad, de lo contrario estaremos, con la mejor de las intenciones, cultivando la nueva crisis que viviremos en 20 años más.