Hasta el miércoles 19 se desarrollará la PAES de Invierno, proceso instaurado desde 2022 para que los postulantes a las universidades chilenas tengan más oportunidades para rendir las evaluaciones de ingreso a la educación superior. Antes era solamente en diciembre (PAES Regular) y se debía esperar doce meses para intentar nuevamente; ahora es posible hacerlo también en junio y elegir los mejores resultados de ambas opciones para postular al siguiente año académico; en este caso, el de 2025.

En total son 45 las casas de estudio del país que participan y reciben a sus alumnos usando este requisito de entrada. Quienes deseen iniciar su formación, pueden usar los resultados de las rendiciones de PAES de Invierno (junio 2023), PAES Regular (noviembre 2023), PAES de Invierno (junio 2024) y PAES Regular (diciembre 2024).

Las pruebas obligatorias son dos (PAES de Competencia Matemática 1 (M1) y la PAES de Competencia Lectora), además de otras tres que se requieren dependiendo de la carrera a elegir: Historia y Ciencias Sociales, Ciencias y Competencia Matemática 2. En la PAES Regular se rinden todas las necesarias; en la PAES de Invierno se puede elegir una o más.

De acuerdo a las informaciones entregadas por el Departamento de Evaluación, Medición y Registro Educacional (DEMRE) la cantidad de inscritos para esta Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES) llega a 31.067 personas; un 3% más que el año pasado, cuando fueron 30.064, en todo el país; ello indica mayor interés.

Con seguridad, el número de usuarios de esta herramienta irá creciendo, pues se trata de una oportunidad que descomprime la presión que sienten los jóvenes al salir de cuarto medio respecto de su definición de vida futura. Además, abrir más opciones también implica una vía para disminuir brechas de acceso y esa siempre es una buena noticia.

Un año después, aterrizar en una moderna alfombra voladora en esa descomunal construcción aérea disfrazada de mezquita, recorrer sus calles y que los olores y sabores nos abracen como la primera vez, es volver a enamorarse de una cultura deslumbrante, impresionante, imponente. Más de veinte millones, donde la mayoría es musulmán, algunos cristianos y de otros credos, pero todos turcos, regios, vividores, vendedores de sueños a buen precio, todo lo traspasan envueltos en sonrisas y un rico chai. Es la esencia de este pueblo moreno, sensual y siempre alegre.

¿Cómo es posible? ¿Cómo logran que todo funcione? Desde las grandes autopistas a la más angosta calle, suben y bajan, se mueven como gatos, aman a los felinos y respetan a las personas, especialmente a la mujer. El tránsito es el caos más "ordenado" imaginable. Ni siquiera una palabrota entre motos, autos y buses.

¿Qué tienen ellos que no tengamos nosotros? ¿Será el llamado a la oración que impregna el espíritu? ¿O será la historia del gran Imperio Otomano, ese que gobernó a la mitad del mundo y hoy la otra mitad quiere probar un pichintún de mezquitas y palacios, sultanes, oro y topacios?

En 2200 caracteres, imposible trasmitir la esencia de un pueblo trabajador, donde toda la ciudad es un gran bazar y los pequeños almacenes reemplazan el monopolio de gigantescos supermercados. Calles sin delincuencia, policías respetados y queridos.

Viven tranquilos, algunas quejas por la economía mundial, menos "circulante"; pero más turistas.

¿Tendrá algo que ver el gobierno?, gobierno que a los propios turcos divide; dictador o demócrata, de izquierda o derecha, Erdogan los deja trabajar y facilita el bienestar. Coinciden que es lo mejor después de Ataturk.

¿Ataturk?, ese atractivo gobernante que dio vuelta la escritura, actualizó los números, permitió libertades ciudadanas y occidentalizó a un pueblo guerrero que hasta hoy lo recuerda, respeta y mantiene vivo en cada calle y edificio. Ni quemar imágenes de su héroe, ni violar su recuerdo.

Mucho más de lo que se puede decir de políticos occidentales, fanfarrones sin pasado, corruptos e ineficientes que gobiernan a su pueblo en el caos, pobreza y delincuencia… ¿O no?