No los dejemos solos
Los terribles incendios forestales que afectaron a miles de familias en nuestra región, también dejaron una vez más al descubierto la vulnerabilidad que enfrentan las personas mayores, ante graves situaciones de crisis o desastres como este; en especial cuando no cuentan con redes de apoyo, están enfermos o desvinculados de su familia y entorno. El llamado, en todos los casos, es claro: "no los dejemos solos".
En Los Lagos hemos vivido situaciones lamentables, con incendios en San Pablo, San Juan de la Costa, Puerto Varas y en Castro, con la destrucción de más del 70% del Hogar de Cristo hace menos de una semana.
A nivel nacional, si sumamos los cerros de Valparaíso, son miles de estos casos, con personas mayores que, a causa de sus enfermedades o movilidad reducida, permanecen encerradas en sus casas, con muy poca interacción social, solitarias, situaciones que en los recientes siniestros hicieron muy difícil escapar a la tragedia.
Ciertamente es normal que cualquier persona sienta miedo e impotencia ante este tipo de catástrofes, pero esto se exacerba aún más si ya no tienes las mismas fuerzas u horizonte de tiempo como para volver a ponerte de pie y reconstruir materialmente tu vida. De esta forma, las personas mayores que atraviesan soledad quedan muy propensos a padecer serios estados de angustia o depresivos, frente a la ocurrencia de catástrofes como estos siniestros u otros. Ejemplos de ello hay muchos, tales como terremotos, aluviones o inundaciones que cada tanto afectan a nuestro país. Por eso, resulta fundamental mostrar cercanía con las personas mayores de nuestras familias y barrios, conversar con ellos, conocer sus necesidades, apoyarlos en todo lo posible, orientarlos, ya sea en coordinación con autoridades locales o con sus familiares, para que así puedan sentirse dignos y parte importante de esta sociedad.
Sus necesidades inmediatas en una crisis pueden ser básicas, tales como ropa, agua, alimentos o medicamentos, hasta implementos más específicos tales como pañales, anteojos, una silla de ruedas o quizá un andador para desplazarse.
También está la posibilidad de contactarlos con algún albergue que los reciba y resguarde mientras se supera la adversidad. Los vecinos aquí juegan un rol clave para mantener la interacción, acompañarlos o derivarlos a los servicios pertinentes. En suma, mantener el vínculo, valorarlos, entregarles afecto y, al mismo tiempo, recibir de ellos consejos, sabiduría y cariño.