A fines de 2019 se promulgó en el Diario Oficial la ley Consultorio Seguro, que aumentó las sanciones para las personas que agreden a funcionarios públicos. Esta iniciativa recogió los acuerdos de las mesas de seguridad que se constituyeron en el país, conformadas por el Ministerio de Salud, la Asociación Chilena de Municipalidades, la Subsecretaría de Prevención del Delito, Carabineros, el Colegio Médico y la Confusam.

La legislación agravó la responsabilidad de aquellos que incurran en agresiones a los trabajadores de los establecimientos de salud, imponiendo a los jefes de esas dependencias la obligación de denunciar los delitos cometidos al interior de los mismos, entregándoles facultades para adoptar medidas extraordinarias en resguardo de la seguridad, y garantizando el acceso a la defensa jurídica de los trabajadores que sean víctimas de estas agresiones. Las penas que pueden ir de 10 a 15 años de cárcel si las lesiones le provocan a un funcionario un daño severo que implique pérdida de su autonomía. En caso de que la agresión genere una enfermedad o incapacidad para trabajar por más de 30 días, la sanción será de 541 días a cinco años de presidio.

Esta ley ha sido importante y va de la mano con otras acciones que se han puesto en práctica en los últimos años, de acuerdo con recomendaciones preventivas del Ministerio de Salud y la mesa de seguridad laboral. Cuando se agrede a un funcionario, se produce un daño no solo a los trabajadores, sino que se provocan problemas en la continuidad de la atención de salud, que incitan a la renuncia del personal, lo que ocasiona efectos para todo el sistema de atención.

Ad portas de comenzar los tradicionales festejos de fiestas patrias en que rememoramos el primero de varios pasos para consolidar nuestra independencia como nación soberana, me detengo a reflexionar sobre los valores patrios que llevaron a nuestros padres forjadores de mil batallas a legarnos esta hermosa tierra larga y angosta que nos cobija y de la cual debemos sentirnos orgullosos de ser Chilenos y decirlo siempre con el pecho y la frente en alto.

En esta reflexión, valoro como un hecho muy positivo la reciente aprobación por parte de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados, la propuesta de que en todos los colegios y establecimientos educacionales del país se vuelva a entonar todos los lunes el himno nacional. Soy de una generación que tuvo educación cívica en la malla curricular secundaria y que ciertamente vibraba entonando el himno patrio en la asamblea de todos los lunes antes del inicio de clases. Esta sana costumbre hizo posible que nuestra generación tuviese una real preocupación por los destinos del país y que de ella salieran muchos destacados políticos y servidores públicos con un autentico amor por Chile, a sus valores y su variada cultura producto de ser una nación tricontinental, desde Isla de Pascua por la polinesia, territorio Antártico Chileno y América del Sur, con toda la expresión de nuestras comunidades tribales que engrandecen nuestro acervo cultural.

Esta asertiva iniciativa fue votada favorablemente en comisión, desde la derecha conservadora hasta el partido comunista, con una sola abstención y ahora debe ser revisada en Sala. Confiamos en que la Cámara dará luz verde a una moción que debe unirnos y alegrarnos por cuanto nuestros jóvenes volverán a empaparse de una sana cultura cívica que jamás debió haber sido abolida.

En este contexto, no logro entender la molestia de la directiva del Colegio de Profesores de Chile con esta iniciativa, bajo el argumento de que la educación está en crisis y que los problemas de fondo no se resuelven entonando el himno patrio.

Efectivamente hay problemas, como en todo orden de cosas, pero esos problemas se resuelvan con compromiso y amor por Chile, a su bandera, y especialmente a su juventud. No se puede esperar que jóvenes, que hoy no se saben la letra del himno nacional, se sientan comprometidos con Chile y que el día de mañana, cuando sean profesionales, técnicos, servidores públicos, etc., pongan todo su tesón y esfuerzo en contribuir empáticamente en la solución de los graves problemas que nos aquejan, entre ellos, la educación.

Para querer a Chile, primero que todo se debe honrar la herencia de nuestros padres fundadores y de miles de patriotas anónimos que dejaron su sangre en los campos de batalla para consolidar nuestra libertad como país independiente y soberano. Que la juventud conozca, entone y vibre todos los lunes cantando nuestro himno es un muy buen inicio. Viva Chile y feliz 18.