Cuando nuestro osornino Alfonso Montecino, médico pediatra, al volver de Alemania comprobó que en su querida ciudad el 60% de los niños sufría de desnutrición y muchas otras enfermedades, tomó el toro por las astas y junto a su compañera de vida, Mina Montalva, decidieron "doblarle la mano al destino".
Lo lograron: el 6 de septiembre de 1923 abrió sus puertas la Gota de Leche. Una casa de madera por fuera y llena de amor por dentro. Edificio que se fue construyendo con la colaboración de muchas familias de la zona, desde grandes agricultores a pequeños comerciantes; desde los feriantes de la Pedro Aguirre a los socios de nuestra querida Sago, Municipalidad e instituciones privadas dijeron presente, nadie quiso restarse a esta noble labor. Y todos acarrearon materiales de construcción primero y vituallas y enceres después.
Por supuesto, doña Mina sería quien asumió el trabajo de darle forma, legalizar este hogar y la presidencia por 20 años.
En estos cien años, muchas socias voluntarias han pasado por esa casa en calle Los Carrera, otro tanto de personal administrativo y especialistas que dieron su tiempo para atender a los niños como si fueran propios. No eran ajenos, eran tíos y tías de verdad.
Un sobrino, Matías Peralta, en plena celebración de los 100 años lo resumió perfectamente: "Mi hermana, mi prima y yo crecimos en el hogar. Gracias a la Gota de Leche mi mamá pudo trabajar tranquila, allí no sólo nos alimentaron, nos enseñaron valores y hoy soy quién soy gracias a las goteras".
¿Goteras? Así se denominan estas distinguidas osorninas, mujeres de otra era, de la época cuando los hijos vivían el lujo de la mamá en casa. Hoy, en un mundo convulsionado, en un país atravesado por la violencia, sin duda Matías es el fiel representante del trabajo anónimo, donde se teje el amor al prójimo en manos de las Lotty, las Panky, las Ali, especialmente Ali Barrio con 65 años de voluntariado y tantas más.
Pero nada está perdido, la actual presidenta Margot Heitzer hizo entrega de las llaves de esa casa blanca celeste, al director de la Fundación Las Rosas. Allí acogerán a esos otros niños de nuestra sociedad, los viejitos, esas "guaguas grandes" que tanto necesitan de nosotros.
En nombre de muchos y muchos, gracias queridas "goteras" por la labor cumplida.