Este año se conmemoran 50 años del golpe de Estado. No creo que los aniversarios redondos sean especialmente relevantes, pero este nos ha permitido reconocer algo que se ha incubado en los últimos años y que no se había dejado ver con facilidad.
En el último aniversario redondo, en 2013, vimos expresiones de unidad ligadas a una condena transversal a la violencia política con que se instauró la dictadura y se introdujo la expresión "cívico-militar" para dar cuenta de que ésta fue parte de un proyecto político de mayor envergadura. Sin embargo, en estos 10 años hemos retrocedido.
Desde entonces hemos visto una revisión del gobierno de Allende y su muerte, la división de la derecha en torno al legado a rescatar de la dictadura (hubo quienes se alejaron de las lealtades con ella, mientras que un sector extremista se distanció de lo que consideró una defensa tibia del régimen) y una crítica pendular a una transición a la que se le continúa buscando una fecha de término. El apuro por establecer una posición en esta ocasión ha cristalizado el debate: es frágil y nos muestra con transparencia un elemento clave.
Las últimas semanas han ofrecido un debate pobre. Por una parte, nos trae añoranzas de la guerra fría, con dirigentes políticos reinstalando los términos con que se desplegaron las dictaduras latinoamericanas en los años '70. Por otra, ha dado protagonismo a personajes que intentan relativizar -o derechamente negar- los crímenes cometidos durante los 17 años que siguieron al golpe. En este escenario se ha reclamado que no se puede imponer una verdad. Ante eso, ¿qué otras verdades debiésemos reconocer?
Asistimos a un escenario que busca culpar a las víctimas de actos criminales. Se les responsabiliza por no hacer lo suficiente, exculpando a quienes hicieron demasiado, principalmente demasiado daño. Se les exigen actos de perdón, como una manera de reconocer su culpa y de evadir los actos de arrepentimiento.
Este debate nos muestra que a 50 años no solo no hemos avanzado en el respeto a la democracia, en una convivencia cívica o en una mirada crítica a la violencia. Peor aún. Nos muestra que quienes animaron el golpe y la dictadura que le sobrevino lo harían de nuevo.