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donde estoy todo el día trabajando y regreso en la misma máquina en la noche, donde llego pasadas las 21 horas. Es lo que me gusta y lo seguiré haciendo".
Sobre sus tres décadas en el país, relata que "llegué a Chile y me recibieron de buena manera, pero debo reconocer que como extranjero me costó en el inicio, porque nadie me quería contratar. Con el tiempo tuve todos mis papeles en regla y ya no tuve más problemas. Me nacionalicé chileno. Antes la vida era diferente para el foráneo, ahora entran por cualquier lado y hacen su vida normal", expresa, mientras arregla la antena de su televisor blanco y negro donde sigue el drama de las familias chilenas que están viviendo las inundaciones.
Alca indica que este oficio, el cual comenzó a los 12 años, lo aprovecha al máximo, pero reconoce que no es para hacerse rico de la noche a la mañana.
"Mi idea es poder confeccionar calzado, porque eso es lo mío. A futuro es poder tener un local más amplio, pero el costo de la vida afecta a todos, aunque hay que saber convivir. En cuanto a los zapatos que están llegando hoy al mercado, el extranjero es desechable y muy pocos los traen al taller, porque la gente aprovecha su bajo costo y prefiere comprar nuevos. Pero hay otros que por su comodidad en el uso lo traen para repararlos, ahí uno se da cuenta que muchos de estos vienen solamente pegados y son muy pocos los que traen costura, por eso mi idea es fabricar zapatos buenos y firmes", explica.
Una máquina de coser, su banquillo, la lijadora (esmeril) y su delantal junto a la demás indumentaria de su taller lo espera de lunes a viernes.
Sobre los costos por reparación, Alca hace énfasis en que son bajos los valores: "van desde los $4 mil a 10 mil pesos, lo que es un valor justo para el calzado. Pero no todos los calzados que viene del extranjero se pueden reparar, así que a las personas les pido que escojan un buen par de zapatos, porque lo barato puede salir caro", recalca.
Proveedor de insumos
Víctor Seguel es dueño de la suelería "Don Tito", local que se ubica República #463 de Rahue. Este comerciante, si bien no es zapatero ni repara calzado, es quien en la zona y por casi tres décadas se ha encargado de abastecer con productos a quienes van quedando en este oficio.
"Soy quien vende todo tipo de insumos para zapaterías, fábricas de calzados, artesanos y talabarteros, muchos de los oficios que se están perdiendo con el tiempo", precisa.
El comerciante asegura que el oficio de reparador de calzado se está perdiendo. "Va a llegar el momento que ya desaparecerán. Esto se atribuye a la importación de los zapatos chinos, que está haciendo desaparecer este lindo oficio", asegura.
A juicio de Seguel, los zapateros son artesanos en los zapatos, unos verdaderos maestros.
"En Rahue van quedando muy pocos. En el centro hay dos hermanos, uno de ellos que está operado, y creo que con suerte serán como cinco los que van quedando en ese sector oriente", detalla.
Seguel es categórico en indicar que "los zapatos que llegan de fuera del país son baratos y de mala calidad. Pero la gente prefiere pagar menos, pero después se andan lamentando. Hoy el calzado no es como el de antaño, de cuero firme y cocido. Esto afecto también el trabajo de las curtiembres que no vendían sus productos para hacer los zapatos. Acá en la zona tuvimos buenas empresas dedicadas a ese rubro y se vieron afectadas también con la llegada de estos productos desde el extranjero", recalca.
En el local, al mirar las repisas, uno observa plantas de zapatos, pintura para teñir, tapillas, hilo encerado, cuero, todo lo indispensable para el zapatero, talabartero y artesano.
Aunque su dueño un rahuino de tomo y lomo, sabe que su local al igual que los que tienen hoy sus locales de zapatería, terminará una vez que el muera.
"Mis hijos hoy en día están abocados a sus trabajos, y yo como vendedor de insumos para los zapateros soy de los pocos proveedores de sus materiales. Tuve buenos años, pero de ahí comenzó a decaer. Entregaba algunos productos a Sagu de manera esporádica. Ahora el negocio anda lento y esta tradición se va a ir conmigo. El material que se vende acá, no, tiene fecha de vencimiento", remarca.
El comerciante indica que "cuando hay proyectos en instituciones aprovecho de vender mis productos, ya que hay poca salida con los zapateros", añade el rahuino mientras hojea El Austral que está en su mesón de atención al público, mientras recuerda mejores épocas pasadas.
"La gente prefiere pagar menos, pero después se andan lamentando. Hoy los zapatos no son como los de antaño, de cuero firme y cocidos"
Víctor Seguel, Suelería "Don Tito"