Mucho se habla de reformas, ya sea una nueva o alguna reiterada en gobierno tras gobierno. Lo cierto, es que pasan los años y vemos cómo nuestras ciudades se van degradando día a día. Lo vemos en el transporte público, con la promesa de buses eléctricos, o con la promesa de un tren que vuelve a ilusionar, pero la realidad es que en infraestructura pública la demora de estas promesas supera los 10 años.

Este largo tiempo genera, en esta loca carrera al desarrollo, que la construcción y los proyectos, muestren signos de fatiga. La inversión privada siempre ha estado en el podio, pero cada día el "pedir permiso" se ve más complejo.

Cuando niños pedíamos permiso a nuestros padres, pero lo que hoy ocurre en el ámbito de la construcción es el símil de pedirle permiso, no solo a nuestros padres, sino que también al tío, abuelos, y a veces, hasta el vecino. Y no se confundan, lo absurdo no es que las normativas se perfeccionen, o que se proteja el medio ambiente, sino que estas traen consigo un retardo importante en los avances de nuestras ciudades, retardo que, y aquí viene lo absurdo, debe ser financiado por un subsidio estatal para poder seguir funcionando como sistema, luego entramos en esa espiral negativa de degradación paulatina y lenta.

¿O no recuerda usted cuánto demoraba en avanzar 10 cuadras en hora punta hace 10 años atrás? Quizás ya se le ha olvidado después de tantas filas y esperas en un semáforo del centro de la ciudad, y por si no se ha dado cuenta, el costo es absorbido por cada uno de nosotros. En otras palabras, es el mismo estado quien gasta cientos de miles de millones de pesos en subsidiar un sistema engorroso y que al final lo termina pagando cada ciudadano con sus impuestos.

A final del día debemos tomar acción. La organización de la sociedad civil, los gremios y las comunidades salen a flote y la coordinación de las distintas instituciones públicas y privadas nos da una respuesta positiva a la solución a los problemas de hoy. La invitación es a participar, soñando con un estado simple y moderno, eficiente y ágil.

No sé ustedes, pero a mí, tanto permiso me cansa…con su permiso.

El tema de la conducción responsable de vehículos motorizados se debe abordar con frecuencia, de manera de que quienes están detrás de un volante entiendan la gran responsabilidad que asumen cuando guían un automóvil. Esto es particularmente importante durante los fines de semana largo, como el que se avecina, debido a que las personas aprovechan estos días para salir de la ciudad.

Por estos días, es frecuente ver en las calles como algunos conductores hacen caso omiso de la normativa del tránsito. Desde quienes se estacionan en lugares prohibidos, o en doble y hasta en tercera fila, a los que aparcan arriba de las veredas, en los pasos de cebra de uso peatonal, en lugares de entrada de vehículos o en las esquinas, todos son parte del mismo problema. Tampoco se respetan los límites de velocidad.

Más allá del control policial, lo que se aprecia es la falta de conciencia de algunos automovilistas y conductores de buses que no toman las precauciones necesarias y luego tienen que lamentar las consecuencias.

Acciones de irresponsabilidad que parecieran tan simples, como conducir hablando por un teléfono celular o -peor aún - ir escribiendo mensajes, pueden desencadenar un accidente de insospechadas consecuencias.

Aunque no se puede desconocer que hay responsabilidades compartidas en la tarea de la educación vial, está claro que sólo habrá resultados concretos si todos los esfuerzos emprendidos, tanto por Carabineros como municipios y la sociedad civil tendientes a reducir las estadísticas de infracciones y de accidentabilidad, son realmente asimilados por los conductores y éstos, finalmente, toman conciencia de su responsabilidad.