"Busca algo que te guste, y hagas lo que hagas, ámalo; como amabas la cabina del Cinema Paradiso cuando eras niño". Esa es una de las memorables frases de Alfredo, un personaje notable de la aclamada película Cinema Paradiso de 1988.
Suena tan fácil cuando uno ya tiene la edad suficiente para comprender aquellas cosas que son importantes para sentirte feliz; pero a los 17 o 18 es como practicar un deporte extremo en el que estás en un punto en que el todo o nada se presentan prácticamente al mismo tiempo.
Policía, asistente social o profesor de Historia eran mis alternativas; y por circunstancias entre fortuitas y reflexivas, decidí ser profesor de Español. Seguramente en aquella época era muy difícil visualizar la proyección que podría tener, hablando de gramática, ortografía o literatura, pero el camino ha sido gratificante.
Pero cómo hacer hoy que los jóvenes tengan oportunidades reflexivas si a cada rato llega un aviso de mensaje o notificación de algo nuevo, si los videojuegos o videos tienen capturada no sólo su atención, sino que también su voluntad; si los tiempos de conversación en familia se reducen sólo a minutos al día y sobre temas que no aportan a la trascendencia ni al desarrollo; cómo profundizar nuestro pensamiento si somos incapaces de leer un par de planas sin sentirnos agobiados.
Pareciera que todo se ha ido entretejiendo para que la gente no piense, para que los jóvenes no sueñen, para que las nuevas generaciones no se esfuercen. ¿Cómo se logra ser una persona plena sin la búsqueda de las virtudes? ¿Sin valorar el trabajo, el respeto, la responsabilidad, la justicia o la verdad?
En estas vacaciones de invierno, tal vez se pueda construir una nueva oportunidad para dar tareas, compartir juegos de mesa, caminar juntos hacia algún lugar de la ciudad, sentarse a leer, ver y comentar una película. No es tarea del colegio o de alguien externo, son nuestros hijos e hijas y son nuestra responsabilidad, incluso más allá de nuestro propio paso por este mundo.
Ojalá que las palabras de Alfredo inspiren y enciendan la pasión de los más jóvenes por aquello que les lleve a conquistar, por sobre todo, la propia voluntad y el deseo de aprender, de cultivar las virtudes que hacen del ser humano una criatura excepcionalmente bondadosa.