Edificio Copelec, joya del brutalismo que envejece olvidada en el sur
Una joya del estilo arquitectónico brutalista en Chile, el edificio Copelec, envejece cerrada a visitas en Chillán, pese a que fue diseñada para "uso público" por sus arquitectos, entre los que se encuentra el español Jesús Bermejo, que a sus 95 años visitó el lunes su obra maestra.
Construido en hormigón armado, con curvas y detalles que sorprenden continuamente al visitante en sus poco más de 630 metros cuadrados, el edificio de la Cooperativa Eléctrica de Chillán (Copelec) es un ejemplo de estudio en universidades de todo el mundo, aunque es desconocido para buena parte del país.
"La cooperativa nos encargó el proyecto porque su fábrica ocupaba la parte interior de una manzana, y el hueco que ocuparía el edificio era la única vía de asomarse a la comunidad", explica a Efe Bermejo, quien visitó Chile para reencontrarse con una de sus obras más representativas.
La cooperativa Copelec, una empresa icónica en la Región de Ñuble, encargó el proyecto a finales de 1950 al taller del famoso arquitecto chileno Juan Borchers, que tenía como colaboradores a Bermejo y al también chileno Isidro Suárez.
El diseño del edificio bebe de la corriente moderna del brutalismo, surgida en la década de 1950 y que se caracteriza por marcadas formas geométricas con materiales desnudos, como el hormigón, y colores monocromáticos.
"otras arquitecturas"
Bermejo, el único que sigue vivo, conoció a Borchers y Suárez en su etapa estudiantil en Madrid, a finales de la década de 1940, en plena dictadura de Francisco Franco.
"La Guerra Civil española (1936-1939) había cambiado las cosas. Los arquitectos modernos habían huido del país y no volvieron más. Los estudios de arquitectura en Madrid eran muy académicos", explica Bermejo. Sin embargo, el régimen franquista permitió la entrada de algunos extranjeros americanos: "Los latinoamericanos nos trajeron la idea de que existían otras maneras de hacer arquitectura", añade.
Fue Borchers el que le propuso formar parte de una academia moderna en el norte de Argentina, donde siguió inspirándose en estilos vanguardistas. "En el tiempo que estuve en Argentina, viajé varios veranos a Chile para visitar, entre otros, a Isidro Suárez", detalla.
El edificio luce ahora distinto a como se imaginó, con un exterior oscuro, con poca restauración. Además, ha tenido usos que sus arquitectos no habían planeado: almacén de materiales, oficina de ventas e incluso centro de telefonistas.
Bermejo recibió galardones por su trayectoria e insistió en la idea de reconvertir el inmueble, declarado monumento histórico nacional en 2008, en un espacio comunitario.