Mi amigo el barbero
Hace casi cuatro años, al llegar a la ciudad de Osorno, me vi enfrentado a una serie de cambios y adaptaciones propias del traslado. Una que se convirtió en un verdadero problema y que me hizo ver lo fácil que es acostumbrarse y adquirir rutinas para resolver desde lo cotidiano a lo emergente, fue la necesidad de un peluquero capaz de controlar mis rebeldes remolinos y patillas. Fue en esa búsqueda que tuve una lección de vida maravillosa…
A pesar de mis prejuicios y arengado por mi familia a poner en práctica lo que tantas veces promuevo, entré a una "barbería" en la que la música y el acento me remontaron a alguna escena ambientada en Centroamérica. Sin dejar de temer por el resultado, observaba la seriedad y habilidad admirables del joven que me atendía, así que feliz me convertí en cliente frecuente de Osmani, el barbero.
Al transcurrir el tiempo, nos hicimos amigos. Fui aprendiendo de las tradiciones y cultura de su país, las dificultades de su familia y sus sueños, su deseo de prosperidad y las motivaciones y temores que lo hicieron alejarse de los suyos. De algún modo, nos convertimos en parte de su historia y él en parte de la nuestra. Aprendimos que Latinoamérica tiene una variedad riquísima y que hay demasiada información manipulada que distorsiona el conocimiento de los otros: lo que realmente nos distancia no es lo geográfico, sino las creencias, los preconceptos e incluso la historia engañosa escrita a conveniencia de unos y otros.
Con sólo escuchar las peripecias de su travesía para llegar a nuestro país, me preguntaba cuán decididos estamos de asumir acciones que podrían significar poner en riesgo nuestra integridad, dejando todo aquello que nos es conocido para enfrentarnos a nosotros mismos y a la incertidumbre, poniendo a prueba nuestras convicciones y sueños.
La superación de los prejuicios y el sentido de ciudadanos del siglo XXI son sin duda dos elementos fundamentales para la pedagogía en este nuevo milenio. Comprender que el mundo está viviendo cambios intensos y acelerados y que, paradójicamente, necesitamos recuperar cuanto antes valiosos hábitos perdidos, avanzar en competencias fundamentales para la colaboración, el trabajo en equipo y la autonomía, desde el manejo de la información hasta aspectos domésticos, sin olvidar las artes, el deporte ni la valoración de la naturaleza.
Reconocer que en la diversidad hay un tesoro que nos puede permitir superar las dificultades que hoy vivimos como sociedad, trae como condición previa un sistemático desaprendizaje de los prejuicios que cargamos culturalmente: de nacionalidad, de color de piel, de género, de clase, de todo aquello que nos hace pensar y afirmar cosas negativas del otro, sin tener la más mínima idea de su historia o de sus admirables competencias. Esto sólo es posible, tomando conciencia de que ese fragmento llamado "asignatura" es parte de la herramienta más valiosa que podemos entregar a nuestros/as estudiantes: la cultura.
Como educadores de un Estado Laico, es nuestro deber persistir en la formación de los futuros ciudadanos de nuestra república, develar lo que esconde la ignorancia y la superficialidad, comprender que el aprendizaje no significa un promedio, una nota o un ranking, que nuestra tarea va mucho más allá del aula y que nuestras palabras son capaces de trascender ese espacio.
La intolerancia y el desprecio a valores básicos del humanismo como la libertad, la justicia y el respeto a la dignidad son, por decirlo en términos de cómics, los reales archienemigos de la educación. Lamentablemente, nuestro país no extendió la documentación de estadía a un joven trabajador, profesional y honrado como Osmani que hoy, muy lejos de Chile, busca una nueva oportunidad que seguramente le permitirá enseñar a otros que la bondad y la amistad son la real esperanza que nos queda. ¡Buen viaje querido amigo barbero!
Fui aprendiendo de las tradiciones y cultura de su país, las dificultades de su familia y sus sueños, su deseo de prosperidad y las motivaciones y temores que lo hicieron alejarse de los suyos.