Manifestaciones violentas
La condena a los actos vandálicos debe ser transversal y permanente para evitar el empeoramiento de la convivencia social. Es fundamental que la autoridad esté en condiciones de garantizar, con hechos, la mantención del orden público en todo el país.
Nadie duda que la ciudadanía tiene derecho de manifestarse, pero no se puede desconocer que las familias no quieren vivir atemorizadas por la violencia, que el país altere su funcionamiento y en ocasiones casi se paralice por el vandalismo. En los últimos años, los actos de destrucción y saqueos que se generan en algunas fechas han dejado saldos lamentables. Hay pequeños comerciantes a los que les vandalizan y roban sus negocios, sufriendo la pérdida de su patrimonio.
Con motivo de la conmemoración de los tres años del llamado "estallido", una vez más se produjeron desmanes en ciudades del país, con saqueos, daños a comercios, a bienes de uso público y ataques a la policía. Los violentistas, en gran medida, son menores de 30 años que crecieron después del término del régimen militar. Son más bien los hijos de la democracia, que no han entendido cómo deben expresarse y a quienes tampoco les han hecho entender que así como tienen derechos, también hay deberes, y que el Estado de Derecho y sus instituciones no deben ser pasadas a llevar. Lo del martes no es excepcional. Desde hace tiempo hay un clima violento que se da en fechas determinadas y ya es usual que mientras las personas se manifiestan en forma pacífica, grupos radicalizados cometen destrozos.
Con justa razón la gente se pregunta, ¿adónde llegará este clima de violencia? La defensa del orden público es una misión fundamental y permanente de la autoridad. La ciudadanía se enfrenta a una realidad que es necesario atender y enfrentar, pues el derecho a la manifestación se ve comprimido por la violencia de algunos. Es evidente que hay un desplome de la confianza en las instituciones, que habla de una tendencia y una crítica social sistémica que no sólo está vinculada a los partidos políticos.
Las instituciones deben estar atentas para proyectar una imagen positiva a la ciudadanía, que está especialmente sensible a diversos temas que explican su malestar. Para construir el futuro debe tenerse presente que la legitimidad es clave. La autoridad y toda la institucionalidad deben funcionar en forma eficiente, porque cuando eso no sucede, la legitimidad retrocede, el terreno cambia y pasa a ser material fecundo para los populismos.