El famoso TPP11
¿Es bueno o es malo? ¿Perdemos soberanía? ¿Las ganancias son para los mismos grandes empresarios? ¿Y las semillas?.
Todas estas y más son las preguntas que rondan el fantasma del TPP11, un importante tratado internacional de más de 650 páginas de extensión, que pocos se han dado el tiempo de estudiarlo a profundidad.
En gran resumen, es un tratado de "integración económica plurilateral", es decir, un tratado de libre comercio que incorpora otras materias, como derechos laborales, contrataciones y empresas públicas, medio ambiente, desarrollo y cooperación, entre otros. Es por esta característica de llegar a varios temas, que no tocaría un tratado común, el que algunos sectores políticos y económicos han levantado señales de alerta.
¿Le estamos dando poder a instituciones internacionales sobre nuestra legislación e idiosincrasia? La verdad es que no, sólo presenta un marco legal que debemos cumplir si queremos tener relaciones comerciales con los 11 países del acuerdo -Marco legal que Chile ya cumple casi en su totalidad-.
¿Los micro agricultores artesanales no podrán utilizar sus semillas y solo podrán usar semillas transgénicas? Tampoco. El tratado busca facilitar que la industria agrícola pueda acceder a mejores cultivos y defender la propiedad intelectual de los propios cultivos endémicos, con especial excepción para los pequeños agricultores, que no deberán pagar derechos de uso.
Muchas veces los conceptos más complejos tienen las explicaciones más sencillas. La teoría económica básica y empírica dice que la apertura al comercio internacional siempre es valiosa para los países involucrados. Las ganancias las veremos como país al acceder a cadenas más robustas de comercio internacional y a nuevos socios para el futuro.
Javier Ávila Parada
Reducción jornada laboral
En las próximas semanas se llevará a cabo la votación en el Senado del proyecto de reducción de la jornada laboral, para dejarla en 40 horas semanales. Sin duda, las razones para la presentación de esta iniciativa son absolutamente loables y tienen que ver con la reducción de las largas jornadas a las que muchos trabajadores se ven expuestos constantemente. Esta reducción debería significar un mayor tiempo libre, dedicado a la familia, al ocio o esparcimiento.
Sin embargo, es lícito hacerse la pregunta ¿es el momento el adecuado? Para comenzar a responder esta pregunta, lo primero es situar a Chile dentro del contexto de la OCDE. Dentro de ese grupo, el 70% de los países tienen jornadas de 40 horas o menos. A nivel latinoamericano, la mayor parte de los países, dentro de los cuales están Colombia, Argentina, Perú y México, tienen jornadas de 48 horas semanales. En el rango siguiente, está Chile y Ecuador con 45 horas semanales y cierra Brasil y Ecuador con 44. En ese sentido, en caso de aprobarse la medida, Chile quedaría a la cabeza a nivel regional con la menor cantidad de horas semanales.
Por otro lado, para complementar el análisis, se hace necesario cruzar esta información con el nivel de productividad de cada trabajador. A nivel de la OCDE, el aporte al PIB por hora trabajada es, en promedio, de un poco más de US$70, con Irlanda encabezando con un aporte por hora de US$110. A nivel nacional, este indicador está en torno a US$30 por hora, menos de la mitad del promedio de la OCDE. Desde este punto de vista, no sería apropiado hacer la rebaja, toda vez que la lógica sería rebajar la jornada, igualando al resto de los países OCDE, pero con niveles de productividad similares.
Por otro lado, la situación económica tanto a nivel nacional e internacional, con Estados Unidos en una recesión técnica, la alta tasa de desempleo nacional, harían de este un mal momento para una medida de esta naturaleza, considerando también las medidas en torno al control de la inflación, que eleva las tasas y reduce la inversión privada y por ende las contrataciones.
Considerando los aspectos positivos de la idea, la reducción se debería hacer con gradualidad, como lo han indicado algunos parlamentarios, centrado en las grandes empresas, con más recursos para hacer frente a este mayor gasto y con apoyo a las Pymes, quienes son las que, porcentualmente hablando, otorgan más empleo a nivel nacional. Está en manos del legislativo analizar y evaluar los aspectos técnicos del proyecto y no tan solo los efectos políticos de esta medida.
José Navarrete, director del magister en Tributación Universidad Andrés Bello
Transformación digital
La pandemia y su consecuente cuarentena mundial adelantó en gran manera el paso a la digitalización del mundo laboral, permitiendo que muchos rubros de trabajo pasaran a ser remotos.
Hoy son muchas las compañías que adoptaron un modo de trabajo híbrido, donde se acude algunas veces de la semana o mes a la oficina o derechamente prescindieron completamente de este espacio, lo que significa un ahorro considerable de dinero.
Pero ese fue solamente el primer paso que sentó las bases de la verdadera transformación digital que está ocurriendo.
Según un reporte de IDC, el 53% de organizaciones del mundo planea una transformación digital este año. Una mucho más integral y que involucra todos los procesos dentro de las organizaciones, complementando el trabajo humano con las tecnologías.
En estos momentos, además de la integración digital de todos los ámbitos de los negocios, entró en juego el concepto del Metaverso. En este mundo, en el cual la moneda digital es la que manda, ocurren transacciones de bienes raíces, sean casas o para negocios, enteramente digitales, además de productos de marca diseñados exclusivamente para avatares o, incluso, se imparten clases universitarias en aulas virtuales.
El mundo digital llegó y no se irá a ningún lado. Por el contrario, se encuentra, a pasos agigantados, absorbiendo y transformando diferentes aspectos de nuestras vidas. Con el mundo del trabajo ya lo hizo.
Mathilde Cordier-Hüni
Gobierno y violencia
Cada vez que las autoridades de Gobierno hacen declaraciones contra la violencia, es inevitable recordar su papel en los días del llamado "estallido social", cuando en lugar de apaciguar las aguas, prefirieron alentar la animosidad.
Hoy pagan ese frenesí revolucionario o transformador, como le llaman, pero más lo paga el país, sumido en una triste espiral de violencia.
Luis Fuentes