Hay muchos oficios y trabajos tradicionales que, en plena era de cultura de lo desechable, están volviendo a tener protagonismo en la comunidad, que los prefiere gracias a los servicios personalizados y de calidad que realizan. Tendencia que durante estos dos años de pandemia ha significado un renacer para quienes se dedican a desarrollar labores de carácter artesanal presentes por generaciones en nuestra sociedad.

Mueblistas, tapiceros, gásfiter, electricistas y jardineros son algunos de los más solicitados, por lo que mantienen sus agendas copadas. Ello evidencia que la mano de obra calificada es fundamental para el correcto funcionamiento de los hogares, tanto en zonas rurales como urbanas. Son los encargados de reparar o cambiar las instalaciones sanitarias, eléctricas, gas, construcción, albañilería, entre otros servicios que todos requerimos en algún momento.

La contingencia sanitaria que enfrenta el país a causa del covid-19 obligó a implementar medidas y restricciones sanitarias para contener la proliferación del virus, situación que obligó a tener que adecuar las formas de trabajo a la nueva realidad marcada por la virtualidad, distanciamiento físico y aislamiento de los hogares. Esto, para muchos que dedican su vida a oficios calificados, los llevó a reorganizar sus negocios y adecuarse a los nuevos protocolos, sumado a la tensión económica que los golpeó fuertemente.

A través del relato de tres osorninos dedicados a la gasfitería, mueblería y tapicería, nos acercamos a historias de vida que evidencian que con esfuerzo y tesón es posible enfrentar la adversidad. Y también ejemplos de trabajadores que vieron una oportunidad de crecer y perfeccionarse en sus respectivos oficios, los que ejercen con pasión, responsabilidad y profesionalismo.