La masiva y cálida recepción al primer obispo de Osorno
El sábado 18 de octubre de 1956 arribó a la ciudad, por tren, el flamante líder de la recién creada diócesis de Osorno, monseñor fray Francisco Valdés Subercaseaux. Lo esperaba en la estación vieja una gran cantidad de feligreses, autoridades y representantes comunitarios. Su primera actividad fue la comunión de alumnos del Colegio San Mateo.
El sábado 18 de octubre de 1956 llegó a la ciudad el primer obispo de Osorno, fray Francisco Valdés Subercaseaux. Se trató de un evento único y muy especial para el mundo católico, ya que la diócesis fue creada recién un año antes por el papa Pío XII. Hasta ese momento, el territorio tenía una administración eclesial diferente: toda la costa osornina, San Pablo y las actuales comunas de Osorno y Entre Lagos eran parte de la diócesis de Valdivia; y desde Río Negro, Puerto Octay y Purranque hacia el sur estaba la jurisdicción del obispado de Puerto Montt.
Al momento de la repoblación en 1796, Osorno dependía del obispado de Concepción. Luego, en 1848, toda la costa y norte de Osorno estuvo a cargo de la Prefectura de Misiones de La Araucanía, que rendía cuentas directamente con la Santa Sede. Más tarde se llamó Prefectura Apostólica de la Araucanía y desde 1925 Vicariato de La Araucanía, encomendado a los Capuchinos de Baviera, que mantenían Quilacahuín, San Juan de la Costa y Rahue, menos San Pablo, que pasó a depender de Ancud; y desde la ciudad de Osorno hacia el sur, todo era territorio del obispado de Ancud, en la Isla de Chiloé.
Vocación eclesial
Monseñor Valdés provenía de una antigua familia de la nobleza asturiana, los Valdés, radicados en Chile desde 1750. Y de los Subercaseaux, establecidos en La Serena a fines del siglo XVIII. Por la rama materna (Sebercaseaux Errázuriz) estaba vinculado a una serie de dignatarios de la iglesia católica chilena, tales como Rafael Valentín Valdivieso, Crescente Errázuriz, entre otros. Estos vínculos familiares fueron clave en su nombramiento posterior como primer obispo de Osorno: su abuelo Ramón Subercaseaux fue embajador de Chile en el Vaticano, lo mismo que su tío Alfonso Errázuriz en los años '40 del siglo pasado.
Desde muy joven sintió pasión por la labor clerical. En un viaje que hizo a los 17 años con su familia a Roma, en Italia, decidió iniciar la carrera eclesiástica e ingresó al Colegio Pío Latinoamericano, encargado de formar al clero para nuestro continente. Y 1930 resolvió ingresar a la orden Capuchina, en Baviera, Alemania, formación que completó en Venecia, Italia.
Regresó al país en 1935 destinado a La Araucanía: sirvió en la Misión de Boroa, luego estuvo como profesor en el seminario de San José de la Mariquina y en 1943 comenzó a ejercer como párroco de Pucón, donde se mantuvo hasta que fue nombrado obispo de Osorno.
Calurosa bienvenida
El prelado llegó en tren a la estación vieja de ferrocarriles, viaje que también tuvo algo de particular: en Antilhue (actual Región de Los Ríos) le adosaron al tren un carro especial que venía de Valdivia y estaba destinado exclusivamente para el nuevo y flamante obispo de Osorno, junto a su comitiva y familiares.
Su arribo fue un acto apoteósico en la ciudad. Una gran multitud de fieles osorninos y "fuerzas vivas" acudió hasta la estación para dar la bienvenida al obispo. Asistieron al encuentro el intendente Bruno Schilling; el alcalde Carlos Follert; el comandante del Regimiento Arauco, Enrique Trautmann; los regidores de la época, jueces, diputados, la banda del Arauco, entre otras personalidades. Participaron también los colegios católicos de la época, como el San Mateo, Inmaculada Concepción, San Gabriel, la escuela Hijas de San José de Rahue, el Liceo de Hombres, entre otros.
Se destacó la gran presencia de la colectividad árabe-siria de Osorno (de origen católico), que acudió a recibir a Valdés. Ellos contribuyeron con aporte económico para dotar al nuevo obispado. Dicha comisión, conformada además por otros diversos vecinos de la ciudad, adquirió un departamento en un edificio de Bilbao con O'Higgins para residencia de monseñor Valdés. No obstante, jamás ocupó aquella vivienda, ya que lo consideró "demasiado ostentoso", fuera de su estilo de vida. Vivió los primeros días en la misma parroquia San Mateo y después encontró una casa más sencilla en las afueras de la ciudad, en lo que hoy es la calle Hermanos Philippi, que era del escultor Peter Horn.
Francisco Valdés llegó con el vicario de La Araucanía, Guido Beck de Ramberga; con familiares, seminaristas de San José de la Mariquina y hermanos capuchinos de La Araucanía. Acá lo esperaba el obispo de Valdivia José Manuel Santos; el arzobispo de Concepción, Arturo Mery Beckdorf, quien pidió la creación de la diócesis; y el obispo de Puerto Montt, Ramón Munita. Al día siguiente también arribó a Osorno Eladio Vicuña, obispo de Chillán y primo de monseñor Valdés.
En la estación se organizó un gran desfile hacia el centro, encabezado por la banda del Regimiento Arauco. Subieron por la calle Manuel Rodríguez, O'Higgins, Ramírez y enfilaron hacia la catedral San Mateo, donde el alcalde Follert le dio la bienvenida. Y al interior del templo, que pasó de parroquia a catedral, se hizo la toma de posesión del cargo. Se leyó la bula papal con el nombramiento del nuevo y primer obispo. Luego se firmó un acta y monseñor Valdés dirigió sus primeras palabras a la feligresía. Se trataba de ceremonias totalmente solemnes, con un halo celestial. Acto seguido, el Coro Polifónico de Osorno cantó el tedeum, con lo cual cerró la ceremonia.
A las 8 de la mañana del día siguiente celebró la primera comunión con estudiantes del Colegio San Mateo en la catedral; y a las 11 horas, el nuevo obispo hizo su primera misa a la comunidad. Terminada la eucaristía, se realizó un almuerzo de bienvenida en el Hotel Waeger, donde participaron autoridades y representantes ciudadanos.
Y el lunes fue reconocido por la corporación municipal en pleno. Remató aquella jornada con otra cena ofrecida por el cuerpo consular residente en Osorno con representantes de España, Italia y Ecuador.
Actualmente, Francisco Valdés tiene la categoría de Venerable Siervo de Dios en mérito a sus virtudes personales y eclesiásticas, proceso llevado a cabo en Roma. Y está abierta su beatificación, a la espera que se acredite algún milagro.