Crecer
Joaquín García-Huidobro
Me sumo, Gabriel, a las felicitaciones que habrás recibido en estos días. En mi caso, además, tu triunfo me trajo un alivio considerable, porque dejaste fuera al precandidato comunista.
Ciertamente en muchos momentos de la campaña minimizaste tus diferencias con Daniel Jadue, aunque afortunadamente cambiaste a tiempo de estrategia. No nos engañemos: hay un abismo entre uno y otro. Daniel Jadue podrá ser muy buena persona, pero la diferencia entre las ideas comunistas y las tuyas, por extremas que me parezcan, es de 100 millones de muertos. Nada menos.
Comprenderás que no quiero que ganes en las próximas elecciones presidenciales; sin embargo, eso no significa que tu futuro me resulte indiferente. Tú desempeñarás un papel muy relevante en la política chilena de las próximas décadas y es importante que sepamos cuál Gabriel Boric es el que tendremos delante, pues, como han señalado tus críticos, hay varios Boric.
Para comenzar, ya no eres el niño que se subía a un árbol en Punta Arenas. Espero, en todo caso, que nunca abandones un sano espíritu deportivo. Confío en que jamás pierdas esa mirada que obtenías desde la altura de ese simbólico árbol puntarenense, y que nunca te olvides de las regiones, no sólo de la tuya. Quienes venimos de ellas, sabemos del daño que el centralismo patológico le ha causado a Chile. Ser un actor central en la política chilena no puede ser lo mismo que hacerse mentalmente santiaguino.
Tampoco puedes ser ese político de talante adolescente que se daba el lujo de maltratar verbalmente a los militares. No te olvides que, si algún día llegas a ser Presidente de la República, ellos te rendirán honores. No lo harán por tus características personales, sino porque saben distinguir entre los individuos y las instituciones que representan. Pienso que esa es una enseñanza importante en nuestros tiempos. Entre otras consecuencias, lo anterior significa que, en los años que vienen, debes ser muy cuidadoso y no humillar a nadie. Nunca deberíamos hacerlo, aunque en tu caso existen razones adicionales para mantener un comportamiento que esté a la altura de tus aspiraciones. Tampoco tiene sentido despreciar a quienes te precedieron.
Tu triunfo es importante, entre otras razones, porque en el proyecto de Jadue no cabían todos los chilenos. El tuyo ha de tener una identidad de izquierda, pero debe dejar lugar para todos. No tendría sentido, por ejemplo, que hoy criticaras nuestro asfixiante centralismo y mañana no dejaras espacio suficiente a los proyectos que nacen de la sociedad civil. Pienso, por ejemplo, en el enorme valor que tienen las iniciativas solidarias que salen de la vida misma de nuestros conciudadanos; en el protagonismo de los padres en la educación de sus hijos; en la tarea que pueden realizar las juntas de vecinos, las agrupaciones deportivas locales y las iglesias. No faltan quienes, siguiendo el modelo del Podemos español, miran con desconfianza esas iniciativas. No se dan cuenta de que en ellas reside el arte de la democracia, que describía Tocqueville. Tarea tuya podría ser ayudarlos a cambiar esa actitud.
Dejo para el final el problema de tu relación con el Frente Amplio, un conglomerado particularmente heterogéneo. A veces has mostrado cierta debilidad ante las actitudes agresivas de algunos de sus integrantes, en otras ocasiones te ha derrotado tu vehemencia. Eso ya no resulta aceptable. El trabajo de orientar al Frente Amplio debes iniciarlo ahora. El recuerdo de la trágica figura de Allende debería ser aleccionador para ti, y mostrarte qué ocurre cuando un político no consigue poner orden en sus propias filas.
Piensa, por ejemplo, en un tema tan sensible como el de la educación. Hace un par de meses, tú decías que las escuelas deberían ser las últimas en cerrar y las primeras en abrir. Ahora vemos a un grupo de diputados del Frente Amplio que acusa constitucionalmente al Ministro de Educación por hacer aquello que para ti era evidente. Es tarea tuya y nuestra introducir racionalidad en la vida política. Si no lo hacemos, todos saldremos perdiendo.