"Los delitos van a la baja en cantidad, pero se aprecia más violencia involucrada"
Experta explica que el "efecto pandemia" ha incidido en la violencia intrafamiliar y el uso de armas de fuego en los territorios.
Casos como el crimen con un disparo de una mujer embarazada en Pudahuel o el robo de un auto que terminó con tres hermanos en prisión por el homicidio a golpes de uno de los asaltantes, hacen que la ciudadanía evoquen comúnmente frases como "la delincuencia está desatada" o "la violencia está desatada". Aunque las estadísticas indican que en Chile hay menos delitos, ha quedado en evidencia que los de mayor violencia han aumentado. Los homicidios, por ejemplo, en 2020 crecieron 34% comparados con el 2019. Dos asesinatos al día en promedio.
Se han presentado proyectos en el Congreso para aumentar las penas y también se han destinado recursos extra para las policías, algo que no recomienda, Alejandra Luneke, socióloga e investigadora del Instituto Milenio para la Investigación de Violencia y Democracia, quien se ha dedicado a estudiar especialmente cómo se manifiesta la agresividad en barrios y ciudades.
-Los números demuestran que en pandemia han aumentado la violencia intrafamiliar y los delitos violentos. ¿Es el confinamiento el que ha hecho florecer esto o antes de la pandemia ya era así?
-Hay datos de violencia intrafamiliar y de homicidios y de uso de armas en los hechos delictuales que hablarían de un mayor nivel de violencia en la cantidad de delitos. Pese a que los delitos van a la baja en cantidad, lo que se aprecia es más violencia involucrada. Los factores de esto pueden ser múltiples. Respecto de la violencia intrafamiliar, esto no sólo en Chile, sino que a nivel mundial, claramente tiene que ver con las medidas de confinamiento. Así lo han demostrado estudios internacionales en la materia, tanto en Europa como en EE.UU. y América Latina, siendo nuestro país y Latinoamérica los que tienen las mayores tasas. Si uno analiza dónde ocurre la mayor cantidad de delitos por violencia intrafamiliar, tiene que ver con el confinamiento, pero también con vivir en muy pocos metros cuadrados. En las áreas donde hay más allegamiento y hacinamiento, la violencia intrafamiliar aumenta más. Respecto de los otros delitos violentos, que implican el porte de armas de fuego, por ejemplo, está el uso de ellas por parte de bandas criminales en los territorios. Ahí hay distintas hipótesis que se barajan.
-¿Como cuáles?
-Hay causas más estructurales que explican la violencia. Normalmente, cuando hay más tráfico de drogas también hay más tráfico de armas. O hay mayor acceso a las armas. Una de las hipótesis que se está barajando es que, principalmente con el cierre de las fronteras a nivel global, esto tiende a acumular más droga al interior de las fronteras y en distintos barrios eso hace que haya mayor disputa por el territorio y la distribución y venta de esa droga. Entonces, habría en el fondo un efecto pandemia.
-¿No debiera ser el Estado el dueño y controlador del territorio?
-Nadie es dueño del territorio. Efectivamente, hay sectores donde la presencia del Estado es mucho más precaria. En ella no se puede hablar de un abandono estatal como sí se hablaba en la década del 60 y 70. Pero sí estamos frente a un Estado muy precario. Yo digo que es un Estado intermitente en términos de que lleva oferta pública durante un tiempo y luego no la continúa en el tiempo. Hay muchos sectores de la ciudad que están "despoliciados", que tienen muy poca vigilancia policial, donde la policía prefiere no entrar y así lo declaran quienes habitan en esos territorios. Entonces el Estado, llámese la policía, básicamente en ciertos barrios más complejos, simplemente si llega, llega tarde. Eso es lo que señalan los vecinos y las encuestas que hemos realizado.
-Pero esto no es sólo policial.
-Claro que no. Cuando tienes la confrontación de bandas usando armas de fuego, evidentemente lo que queda es la reacción y el control. Igual, en Chile no estamos frente a narcotráfico tipo cárteles latinoamericanos. Lo que se conoce es más bien lo que se denomina el narcomenudeo o narcotráfico en nuestro lenguaje. No hay carteles, en el fondo. Pero para que las bandas se desarrollen, se necesitan ciertas características en esos territorios, como vulnerabilidad económica, una cantidad de jóvenes que esté disponible para ser los soldados de esta banda, que son los que cuidan los territorios, un alto consumo problemático de drogas por parte de esos jóvenes. Necesitas una geografía de oportunidades negativas.
-¿Cómo es posible que existiendo el diagnóstico, no se haya hecho nada en esos territorios?
-Se han hecho programas desde el año 2001 en adelante, focalizando en barrios donde hay más complejidad. La oferta del Estado que se ha llevado a esos territorios es una oferta que termina siendo muy baja en comparación a lo que en Chile se ha destinado siempre al control y no a la prevención. Se ha hecho algo, pero se ha hecho de la manera equivocada y bajo supuestos equivocados y de manera muy precaria. ¿Qué es lo que habría que hacer? Habría que mirar estos territorios desde esta concentración de habilidades y desventajas y brechas e inequidad territorial y habría que inyectar una mirada de planificación del territorio económico productiva, de reinserción escolar para los jóvenes, de oportunidades, de reducción de daños para la disminución del consumo problemático de las drogas, de una oferta laboral de calidad, etcétera. Si se vuelve a lo mismo, vamos a hacer plazas, vamos a hacer un plan, un par de sedes comunitarias o cámaras e iluminación y vamos a plantar árboles...
-Es lo que se hace cuando se habla de "intervenir" un barrio…
-Eso es insuficiente. Hemos optado por mucho tiempo, hace 20 años por lo menos, por una política que en realidad en un discurso público habla de prevención, pero cuando miras la cantidad de recursos asociados a la justicia criminal y a la política de control personal de prevención, no concuerda. Estamos en una sociedad que en 20 o 30 años ha decidido punir, castigar, meter más gente en la cárcel y en el mundo entero se sabe que eso no rinde. Entonces, lo que habría que poner sobre la mesa es buscar una política que considere aquellos territorios más vulnerables socialmente y puedan llevarle una oferta integral de largo plazo. Hay mayor éxito cuando se vuelca el Estado sobre estos territorios más complejos y se ponen metas de mediano y largo plazo con una oferta que es mucho más integral, más profunda, más multidimensional, que lo que ha existido hasta ahora.
-El Presidente hace pocos días anunció mayores recursos para Carabineros, con foco en equipamiento, logística, control.
-Eso ha sido así por mucho tiempo. Del presupuesto total en este ámbito, si tú lo analizas, sobre el 80% se ha ido a policía, a cárcel. Además, tienes que considerar que en esas partidas presupuestarias lo que se entrega a Carabineros, sobre el 70%, es para su sistema de salud y sistema social, ni siquiera de logística.
-¿Es posible un plan global de control de la violencia con una policía cuestionada?
-Es súper difícil. A la luz de los últimos años no queda claro que la policía de Carabineros realmente puede hacer los cambios que necesita hacer como para ser una policía adecuada en la complejidad criminal que vamos a tener. Porque esto pasa en el resto del mundo. Una cosa es lo que uno escucha en los medios y en las declaraciones de Carabineros, pero otra es ver cómo ellos operan en los territorios.
¿Cómo se hace la vigilancia? ¿Cuál es la capacidad de esos carabineros de realmente ser reactivos en tiempo real y responder bien al delito y a lo que está sucediendo en el territorio, si en el fondo tienes una estructura tan jerárquica que primero tienes que pedirle permiso a tu mayor, que no está en el sitio del suceso?
Aquí hay cosas como el despliegue y la forma en que Carabineros opera como institución. Esta geopolítica a mí me hace pensar y no sé si están a la altura del desafío. La policía hace muchas tareas sociales, muchas tareas de asistencia social. Eso está muy bien valorado por la ciudadanía y hay que señalarlo. Trasladar enfermos porque no hay ambulancia, llevar a los adultos mayores porque no tienen quién los acompañe. Ellos se hacen cargo de muchos abandonos del Estado, o de negligencias y precariedades. Pero cuando les preguntas a las personas por la vigilancia y el control, desde el 2008 que esa evaluación es mala. Se necesita una policía más flexible, que actúe por méritos, que los perfiles sean por mérito y no por escala militar. Que el policía que esté en la calle sea capaz de tomar la decisión de cómo opera y no tenga que estar llamando al capitán, como hemos visto en las operaciones de orden público.
"Estamos en una sociedad que ha decidido punir, castigar, meter más gente en la cárcel y en el mundo entero se sabe que eso no rinde".