"No somos capaces de abordar la gran cantidad de pacientes que requiere rehabilitación"
Hasta ayer, el informe diario del Ministerio de Salud daba cuenta de que ya hay 965.641 personas recuperadas de covid-19 en Chile. Pero "recuperadas" en un decir. El concepto sólo da cuenta de que superaron el virus. Gran parte quedó con secuelas físicas y/o sicológicas. Ni hablar de quienes sobrevivieron a la UCI y que hoy luchan por volver a llevar una vida normal trabajando para superar alguna discapacidad que les dejó la pandemia.
Como fisiatra de la Clínica Alemana, de la ex Posta Central de Santiago y como presidenta de la Sociedad Chilena de Medicina Física y Rehabilitación, Carolina Rivera comenta lo difícil que es enfrentar un proceso de rehabilitación complejo y largo con la presión que existe sobre los servicios de Salud. Muchos de los espacios dedicados a acompañar a los pacientes en su recuperación fueron reconvertidos para ubicar ahí camas críticas. "Lo entendemos", dice con resignación, pero no quiere se olvide el valor que tiene que las personas logren superar las secuelas de la enfermedad.
-¿Cuál es el escenario hoy?
-Hay varios escenarios. Tenemos un grupo de pacientes que efectivamente es alto, porque arrastramos los de la primera ola. Se nos van acumulando los casos y es verdad que los servicios de rehabilitación del país están trabajando en recibirlos, pero claramente las condiciones son poco favorables, porque todos los espacios para ello están reconvertidos. En general, la atención ambulatoria está restringida porque está todo volcado hacia lo hospitalario y, claro, los equipos trabajan duro en la hospitalización para poder sacar a los pacientes "mejor armaditos", pero les va a faltar una parte de la rehabilitación ambulatoria que es súper importante. Hay que concientizar a la opinión pública para que no se quede tranquila. No consultar y creer que las cosas son normales y no terminar los procesos es fatal. Esto tiene que ser algo que efectivamente se haga. Los hospitales públicos tienen una realidad que ya era difícil antes. Sabemos que hay deficiencias en todos los ámbitos de acción del sistema público, porque los recursos son escasos.
Hay que reconocer que se ha avanzado, hay más fisiatras, más equipos de rehabilitación, pero siempre es insuficiente y tenemos como una brecha oculta de quienes logran terminar la rehabilitación. No se habla de esta brecha porque siempre se dice que la rehabilitación encarece los procesos. Pero no es así; cuando se hace bien, y precozmente, de forma ordenada, se favorecen altas precoces, que haya menos reingresos. Reinsertar a las personas en su vida laboral, familiar, siempre va a ser bueno para el país. Estamos viviendo un momento en que la pandemia nos hace tener una grandísima cantidad de pacientes que requiere rehabilitación y que no estamos siendo capaces de abordar. Probablemente van a quedar muchos pacientes con un grado de compromiso alto.
-¿De qué tipo de secuelas estamos hablando?
-Varían porque podemos dividir a los pacientes por la gravedad: los que les dio suave y estuvieron en cuarentena en sus casas, alteraciones de fatiga; los que estuvieron hospitalizados pueden quedar con compromiso hematológico o renal; y los muy graves, que tienen la mezcla de estas cosas que tienen que ver con la patogenia de la enfermedad y de su estadía crítica. Estos quedan con secuelas físicas principalmente, pero también cognitivas, sicológicas; quedan con estrés postraumático, con ansiedad, síntomas depresivos, con dolor crónico. Pero hay otro tipo de secuela que no es física o sicológica, sino desde lo social, pacientes que tienen una verdadera debacle financiera secundaria a su estadía crítica. De hecho, hay estudios que hablan de toxicidad financiera por esto, que es un efecto no tan hablado, aunque evidente. Y luego hay gente que vuelve a trabajar con muchas licencias de por medio y que muchas veces es despedida.
-La presión económica para que el trabajador vuelva a laborar es muy alta. ¿Han medido cuántos abandonan la rehabilitación sin terminarla?
-No tenemos valores aún, pero los pacientes que están terminando los procesos son un número reducido. Siempre hemos tenido brechas de rehabilitación en Chile, nunca hemos alcanzado a ver a todos los pacientes que requerimos. Muchos de los lugares de rehabilitación están reconvertidos para atención de pacientes agudos. Se entiende que tenemos que trabajar así. No podemos decir que no vamos a prestar el gimnasio para poner camas, entendemos que tenemos que hacerlo, pero pasa. Está archiconocido que los servicios de rehabilitación son los primeros que pasan a pérdida cuando hay una situación de catástrofe. A pesar de que la misma OMS dice que son esenciales en las catástrofes, son los primeros que pasan a pérdida. Y básicamente esto pasa porque se cree que la rehabilitación es la parte final de la enfermedad: yo me enfermo, me tratan, me curo, me dan de alta y recién me rehabilito. Pero no es así, la rehabilitación es desde el principio.
-¿Sienten que les falta apoyo?
-Hay pocas instancias de rehabilitación desde el nivel central. Estamos llegando tarde con las cosas, los protocolos son tardíos y no hay inyección de recursos. Cada territorio depende de su jefatura y de la gente local para ver cómo sustenta estos programas. No existe todavía, desafortunadamente, un plan nacional de rehabilitación que emane desde el Minsal y que diga cómo tenemos que rehabilitar en distintos escenarios y de todas las áreas, incluyendo los pacientes covid, que no son los únicos. En la primera ola hubo algo bien particular y es que el confinamiento hizo que disminuyeran mucho las otras enfermedades que nos llegaban regularmente, pero en ésta no está pasando eso. Tenemos pacientes graves de otras causas más los del covid. No somos la primera línea, pero somos una línea paralela, media invisible de repente, pero tratando de que la cosa ande mejor.
-Los pacientes covid tienen en promedio más días en camas críticas que otras enfermedades. ¿Cuánto aumenta el tiempo de recuperación?
-Con más de siete días de ventilación mecánica de un paciente que requiere sedación o bloqueo neuromuscular, la mitad de ellos va a salir con debilidad de paciente crítico; así de duro. Incluso hay estudios que hablan de que con más de tres días ya se afecta de ese modo. La ventilación mecánica, la sedación y el bloqueo neuromuscular como que se come el músculo. Es el costo por mantenerte bien desde lo pulmonar. El prono (ubicar al paciente intubado acostado, apoyado en su estómago), a la debilidad propia del paciente crítico le agrega un daño periférico, no sólo del músculo, sino del nervio y se alarga el proceso de recuperación. Incluso hay daño a los ojos. Si uno hace un mal posicionamiento puede pasar a tener una úlcera corneal y un daño de la retina.
-¿Qué sintió cuando vio la larga fila en el Terminal Pesquero previo a la Semana Santa?
-Es devastador lo que estamos viviendo ahora. No sé si hemos aprendido mucho o si la comunicación de riesgo no ha sido realmente buena, cosa que reconocemos, pero hay harto de individualismo. Claramente esto lo vamos a pasar colectivamente. Siento que no se toma el peso a esto hasta que te pasa o se te muere alguien. Hasta que te pasa no te das cuenta de la importancia de la rehabilitación. Hay mucha gente que cuando tienen que enfrentarse a un problema de esta envergadura, con lo largo que es, lo caro que es todavía, recién se dan cuenta de su importancia. Estas no son secuelas inesperadas, sabíamos que iba a ocurrir una avalancha de pacientes.
No podemos hablar sólo de los recuperados que se salvaron, sino también de los que quedaron con secuelas, porque son muchos. Nunca vamos a tener cifras reales de cuántos pacientes quedaron con secuelas, porque tampoco las van a ir a buscar. La gente va a aprender a vivir con su dolor, con una pequeña discapacidad en la marcha, va a aprender a desenvolverse con su trastorno de estrés postraumático. Tenemos una cicatriz que va a ser imborrable en nuestra población. Creo que lo único que nos queda es seguir hablando de este tema, que la cuestión no está bien. Va a haber una gran cantidad de gente que no va a poder volver a la vida normal que tenían antes del covid. Y eso es súper desgarrador. Tengo pacientes que se fueron en mayo y que todavía no vuelven a trabajar, pacientes con intento de suicidio, por sentirse muy tristes y desgarrados por lo que les había pasado.
"La gente va a aprender a vivir con su dolor, con una pequeña discapacidad en la marcha, va a aprender a desenvolverse con su trastorno de estrés postraumático".