La amenaza de la corrupción
Aunque estudios internacionales dan cuenta de la buena situación de Chile, hay señales de alerta que no se pueden soslayar. Uno de los aspectos de mayor prioridad es evitar la sensación de que las denuncias en contra de la corrupción no tienen efecto.
La ONG Transparencia Internacional emitió hace poco su informe sobre el Índice de Percepción de la Corrupción, correspondiente a 2020, que situó a Chile como el segundo país mejor evaluado de Latinoamérica, siendo superado sólo por Uruguay. Sin embargo, alerta de un estancamiento del país, ya que desde 2017 se mantiene con una valoración de 67 puntos, de un total de 100.
Pese a esto, Chile mejoró un puesto a nivel global, pasando del lugar 26 al lugar 25. Y si se analiza todo el continente americano, Chile comparte el tercer lugar con Estados Unidos, tras Uruguay y Canadá.
La corrupción es un fenómeno que ataca de preferencia a los países latinoamericanos y a las democracias jóvenes, y que genera un impacto negativo en el desarrollo, por la desconfianza en el sistema institucional y por el mal uso de recursos que podrían utilizarse en áreas deficitarias. Por años, Chile ha sido reconocido como una nación alejada de los excesos y la corrupción, sin embargo, esa imagen se ha ido perdiendo progresivamente mientras se conocen algunos hechos delictivos, como empresarios que se coludieron para ganar más dinero con los medicamentos, con el papel higiénico o que estafan al Fisco, políticos que fueron financiados por poderes económicos o instituciones de las Fuerzas Armadas que cometieron fraudes con recursos públicos, entre otros casos.
Los resultados del último informe, si bien mantienen a Chile en una buena ubicación, son también una señal preocupante y revelan la necesidad de avanzar en la lucha contra la corrupción, considerando que en los últimos años ha estallado una serie de escándalos que han influido en la percepción de las ciudadanía. También es preocupante la cantidad de personas que no denuncian debido a que perciben que las presentaciones no tienen efecto. Cuando la ciudadanía tiene la percepción lamentable de que vive en un país que se corrompe, no sólo pierden los respectivos gobiernos, sino que se deteriora la confianza y se afecta la credibilidad en las instituciones, lo que constituye una señal de alerta que hay que tomar en cuenta y a tiempo.