Búsqueda efectiva de personas
En Chile hay más de 16 mil casos de niños y adultos desaparecidos. Un proyecto de ley busca unificar criterios y antecedentes. La nueva norma también limitará la entrega de datos privados, sexuales, médicos "o de otra circunstancia que sea irrelevante para el objeto de la búsqueda".
Desde el 17 de febrero se encuentra desaparecido, en Lebu, el niño de 3 años de edad Tomás Eduardo Bravo Gutiérrez. Su búsqueda ha centrado la atención mediática nacional deseosa de acompañar y respaldar los esfuerzos de la familia del menor.
Lo sucedido obliga a mirar una realidad bastante dura en Chile. Se calcula que en el país se pierden dos personas diariamente como promedio; el 93% es hallada a las pocas horas, pero el 7% de restante, desaparece. Actualmente hay 16 mil denuncias por presunta desgracia catastradas oficialmente a nivel nacional, de acuerdo a registros de la PDI (pdichile.cl).
La búsqueda de todas las personas en esta condición se extiende mientras existan pistas posibles de seguir. Este proceso es muy duro para las familias, pues al cesar las acciones formales se tiene la sensación de "olvido oficial" respecto de sus casos, aunque la mayoría queda a la espera del surgimiento de nuevos antecedentes.
Para ayudar en estos procesos de largo aliento también hay organizaciones civiles, como la Fundación Kurt Martinson García (en memoria del joven perdido en 2014 en San Pedro de Atacama) y que es una de las principales impulsoras de crear bases unificadas de datos y una fiscalía especializada.
Desde 2019 se encuentra en trámite en el Congreso un proyecto de Ley para generar un Sistema Interconectado de Búsqueda, que permita dar agilidad a las pericias. Además, la norma persigue garantizar igualdad, diligencia, colaboración institucional y uso de tecnologías para cada procedimiento. Junto con ello, prohibirá la divulgación de antecedentes privados sexuales, médicos "o cualquier otra circunstancia que sea irrelevante para el objeto de la búsqueda".
El caso de Tomás Bravo y otras desapariciones evidencian que estas iniciativas necesitan acelerarse, así como también difundir más y mejor las formas de denuncia, que -sobre todo- deben ser rápidas así como generar mecanismos de alerta que existen en otros países desde hace mucho tiempo y que necesitan de tecnología hoy disponible.