Natalia Berbelagua actualmente vive en Algarrobo y allí escribe y hace tallernes online.
-Es una de las principales utopías de la meditación o de cualquier tipo de actividad que te trate de sacar de la rutina por medio de otra rutina, porque para todo hay que cumplir ciertos pasos. Mientras vivía en el sur, sin ruido afuera, el ruido interior seguía de todas formas. Sobre todo en pandemia, el ruido interior es brutal. En el Chile que vivimos hoy es prácticamente un sueño la mente en blanco.
-¿A qué te refieres con ruido interior?
-Todas esas voces que no sabes a quién pertenecen. No puedo identificarlas conmigo misma, me aparecen frases en actividades mecánicas, haciendo el aseo. Parecen de una mujer antigua, de otra época. También cuando uno se las da de coach de sí mismo, o el juez que uno tiene adentro, que te interroga.
-¿A qué asocias tú lo militar?
-Rigidez, el patriarcado en su máximo esplendor, es el padre. Si lo llevara a lo literario sería el género literario.
-A veces tus líneas tienen salidas muy excéntricas.
-La escritura de este último libro partió de la irracionalidad. Me hizo darme cuenta de las rutinas, la neurosis, la alucinación, en estos momentos tan raros.
Lo que le da la calle
-¿Qué has encontrado últimamente en la calle?
-He salido un par de veces. Fui a la feria de las pulgas y compré una máquina impulsivamente pese a que tenía una. Es la máquina de escribir de un ex cónsul honorario que vive en Valparaíso. Venía con hojas tipeadas, con su membrete, con palabras que les había escrito a su hijo o a su nieto. Era, curiosamente, dentista, cosa que averigüé después. Ahora estoy recopilando los antecedentes, tratando de completar el puzzle. Haré un corto documental con eso.
-El motivo de la venganza aparece desde tu debut, en "Valporno", y vuelve en "Manual de entrenamiento metafísico". ¿De qué se quiere vengar Natalia Berbelagua?
-No sé, no lo tengo tan asumido. Sí me he visto en algunas dinámicas. "Hija natural" participa de una venganza solapada tal vez con mi padre o con mi familia paterna. Por ahí, en esta figura de ser hijo, viene esta especie de extrapolación del padre a los límites, a lo marcial, el tema de la imposición. Al no tener esa imposición anhelas esa imposición para derrocarla.
-¿Crees que seguirá ese motivo en tu escritura?
-Hace poco escribí un cuento en que la crítica literaria empieza a abrir un juzgado de un crimen literario donde se encuentran culpables a escritores jóvenes por no cumplir ciertos parámetros. Hay una venganza literaria yo creo, con la academia.
-¿Cómo te ha ido en esa segunda parte de la pandemia?
-Fue buena esta segunda parte. Llegamos a vivir a Algarrobo, más hacia el campo. He sido creativa, me puse los pilas, también la he vivido con ene ansiedad, con algo de agorafobia. He estado haciendo hartos collages, hartos ensamblajes, tengo casi listo el próximo libro, tengo que entregar la beca de creación literaria que me gané. No me trató tan mal.
-Los talleres virtuales que realizas, ¿cómo han vivido la pandemia?
-Con grupos muy diversos, con mucha gente al principio, ahora menos. Ahora estoy en el taller de narrativa erótica que fue con la necesidad personal para descubrir qué significa el deseo ahora. En el encierro, el erotismo, lo sensual y lo pornográfico ha pasado a otro plano.
-¿Te imaginas rompiendo más barreras literarias?
-Hago lo que me sale nomás, no tengo el asunto planificado, ya no estoy haciendo carrera. Si pensara en eso este libro es una estupidez, es un libro muy difícil de vender, es un híbrido que tiene humor negro muy crudo. Pero sí el libro que viene es lo más interesante que he hecho hasta el momento. Es un libro de psicoficción, ciencia ficción sicológica en relación a la destrucción porteña y la destrucción del lenguaje. Lo vengo trabajando desde que viví en Valpo.
Natalia Berbelagua
Agua Rosa
48 páginas
$10 mil
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"Hago lo que me sale nomás, no tengo el asunto planificado, ya no estoy haciendo carrera. Si pensara en eso este libro es una estupidez, es un libro muy difícil de vender".
Benjamín Pérez K.