El miércoles recién pasado, "miércoles de Ceniza", la Iglesia Católica, y gran parte del mundo cristiano, ha comenzado a celebrar la "gran cuaresma", que prepara a los cristianos a la celebración de las Pascua del Señor. Esta práctica religiosa está profunda y universalmente arraigada en la tradición cristiana desde los primeros siglos y su referente principal y más inmediato es la experiencia de los cuarenta días de Jesús en el desierto, durante los cuales se abstuvo de comer (ayuno), hizo oración y fue tentado (cfr. Mt. 3, 1-11).
También hace referencia a los cuarenta días que duró el diluvio (Gn. 7), a los cuarenta años que el pueblo de Israel anduvo en el desierto antes de llegar a la tierra prometida y a los cuarenta años de esclavitud de los hebreos en Egipto.
Para los católicos, y para los cristianos que en su calendario tienen la Cuaresma, es el tiempo de preparación espiritual especial para recordar, hacer memoria y celebrar el acontecimiento central y trascendental de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
Es un tiempo en el que redescubrimos la misericordia de Dios, le damos gracias por ella y en el que renovamos nuestro compromiso de amor hacia los demás. Es un tiempo propicio para renovar la fe en Jesucristo, Señor de la Historia y de la vida. Es un tiempo en que reavivamos nuestra esperanza en las promesas del Señor Jesús. Es tiempo de la escucha atenta de la Palabra de Dios, que enseña, ilumina, consuela y fortalece la vida. Es un tiempo en el que el creyente renueva la amistad con el Señor, mediante el diálogo humilde y sincero con Él (oración).
Es tiempo en el que el creyente hace ayuno no sólo de alimentos, sino de todo aquello que lo encierra en sí mismo, que lo subyuga y que le estorba en su vida de fe. Es tiempo de "ponerse en los zapatos del otro" y desde ahí dar, compartir, solidarizar. El tiempo de cuaresma es un tiempo que nos ayuda a convertirnos interiormente al amor de Dios y de los hermanos.
Pero la renovación y el fortalecimiento de la vida espiritual o vida interior, es una invitación a todos, porque todos lo necesitamos y a todos nos hace bien, para crecer en humanidad. Desde adentro, del corazón del hombre, nacen muchos males: malos deseos y hasta crímenes: celos, envidias, rivalidades, prepotencia, abusos, egoísmos, engaños, homicidios, femicidios, parricidios y toda forma de violencia que hace mal al ser humano y a la creación, y lo contaminan (cfr. Mt 15, 17 - 20).
Así mismo, del interior, del corazón, el ser humano es capaz de grandes deseos de bien para sí y los demás, grandes proyectos de bien, tantas formas de amor, generosidad, bondad, amabilidad, justicia, paz, solidaridad, respeto y admiración por la belleza y la creación.
La cuaresma es un tiempo que ayuda a los cristianos a renovar y a fortalecer su vida espiritual y los dispone para servir mejor desde la propia identidad, teniendo como ejemplo al mismo Señor Jesucristo, que muriendo en la cruz se entregó a sí mismo por todos.
Así mismo, del interior, del corazón, el ser humano es capaz de grandes deseos de bien para sí y los demás, grandes proyectos de bien, tantas formas de amor, generosidad, bondad, amabilidad, justicia, paz, solidaridad, respeto y admiración por la belleza y la creación.