Correo
Mala costumbre
Es probable que muchos podrán criticarme de exagerado por la apreciación que tengo de la sociedad chilena y local, ante el desastre social, sanitario, mental, económico y político que nos está dejando esta pandemia llamada covid-19.
No se puede entender cuando indicadores epidemiológicos son malos y claramente no hemos salido de este flagelo. Estamos retrocediendo en esta lucha en muchas ciudades y regiones y todavía seguimos contagiándonos y muriendo. Nuestro sistema sanitario está al límite y lo que es peor, los funcionarios de la salud están al borde del colapso, agotados física y mentalmente. No se puede entender que los chilenos sigamos saliendo y haciendo nuestras vida casi normal, a lo más con mascarillas de mala calidad, ineficientes muchas de ellas y mal colocadas. Muchos osorninos salen sin permisos, burlan como una gracia especial los controles sanitarios fiscalizadores; noteros de farándula y también muchos autoridades comunales y de gobierno aparecen sin mascarillas y sin cubrir su nariz y, por si fuera poco, sin guardar la distancia social.
Da la sensación que actividades políticas (plebiscito y elecciones), culturales y religiosas (Navidad y Año Nuevo), eclipse incluido, permiten blanquear la gravedad de este desastre y son eventos en los cuales no se trasmite el virus.
Esta catarsis que me permito hacer nace por un relato reciente que me hizo con mucha pena una osornina que asistió a una reunión de conocidos, contagiándose su familia completa. Su marido quedó con secuela pulmonar y dificultad para caminar, su madre puertomontina falleció, pero antes contagió a su otra familia en Puerto Montt, propagándola a muchos en esa ciudad. No pudo estar con su madre en la agonía, a lo cual se sumó el dolor de enterrarla de manera fría y sin el acompañamiento familiar y amigos necesario para mitigar su pesar.
Quizás podamos estar viendo la luz del túnel, mediante las vacunas anunciadas. En 6 meses más podremos tener al 70% de los chilenos vacunados, pero eso es sólo el comienzo… Claro que estamos todos cansados, irritados, agobiados, frustrados, etcétera, pero no podemos seguir permitiéndonos bajar la guardia y mirar para el lado. La realidad verdadera es que estamos en medio de la pandemia. No debemos olvidar eso.
Daniel Lilayú Vivanco
Capitalismo y reparto
Pocos profundizan el valor de tener un sistema de capitalización individual por sobre un sistema de reparto, en estos momentos de apremio económico.
En primer lugar no existirían ni el primer ni el segundo retiro del 10%, sobre todo para los trabajadores más vulnerables que cotizan eventualmente y no logran un mínimo de años cotizados para lograr una pensión de reparto.
Hoy, si bien el primer retiro dejó a más de 2 millones de personas con saldo cero, con un sistema de reparto no tendrían ni la plata, ni derecho a pensión.
Por otro lado, no tendríamos USD 200.000 millones que poseemos en ahorros previsionales y el gasto en pensión por parte del Estado sería mucho mayor que el de hoy, por los vicios propios del modelo de reparto, como inflar los últimos años de sueldos para aumentar las pensiones futuras.
Finalmente, ya se presentó un proyecto para un tercer retiro previsional, el cual nuevamente es posible sólo bajo nuestro actual modelo previsional, el de capitalización.
Eduardo Jerez Sanhueza
Salvar a los jóvenes de Chile
En la noche de este lunes, dos jóvenes perdieron la vida tras ser heridos a bala en la comuna de Maipú. Hace cuatro días, otro joven de 17 años, en Antofagasta perdió la vida en una balacera. Otro joven fue baleado en Caleta Abarca hace una semana. Podríamos seguir enumerando historias truncadas de jóvenes.
No quiero dejar solo el espacio a la lamentación. Algo tenemos que hacer para terminar de dilapidar el activo más importante que tiene Chile: sus personas.
¿Cómo terminar con esto? A muchos de nosotros la vinculación entre este nivel de violencia y el narcotráfico nos resulta evidente, pero incluso, aunque no fuera así, la solución es la misma.
Pero, ¿qué hacemos? Quizás lo más complejo que debemos enfrentar los adultos es la necesidad de cambiar, porque somos clave en los espacios que determinan el desarrollo de los niños y adolescentes.
Si queremos cambiar, tenemos que empezar por nosotros. Así pasaremos de la queja y el lamento a la acción.
Raúl Perry, jefe de programas de Fundación San Carlos de Maipo