Ya en abril, el Programa Mundial de Alimentos, WFP, alertó que la crisis económica provocada por la pandemia afectará duramente a las personas sin redes de apoyo gubernamentales. El diagnóstico del organismo fue claro al categorizar la situación como una "crisis aguda de alimentos y medios de subsistencia".
Las señales de las predicciones ya se están dando: un grave deterioro del intercambio del comercio internacional de bienes, disminución de puestos de trabajo, que en el caso de Chile han llevado al alcalde de Santiago, Felipe Alessandri, a señalar que hoy su temor es que la gente de su comuna muera de hambre antes que de covid.
Mientras tanto, el Ministerio del Interior y Seguridad Pública anunciaba el mismo viernes que la delincuencia había aumentado un 33% en algunas comunas de la capital y la cantidad de pacientes en las Unidades de Cuidados Intensivos arrojaba un peak de 500 personas, con una creciente alza del número de contagiados.
Es evidente que la confluencia del riesgo sanitario y el deterioro económico nos llevan al punto de riesgo que se había anunciado en marzo.
En nuestra zona, donde el frío y la leña contribuyen a aumentar las enfermedades respiratorias, es momento de extremar el cuidado, el que debe partir por un compromiso personal más que por imposiciones externas, a no ser que alguien esté sugiriendo que ha llegado el momento de establecer un estado policial que obligue a las personas a hacer algo tan básico como cuidarse y cuidar a los demás.
En todo este escenario, el agro ha ido afinando sus protocolos de funcionamiento para cumplir el objetivo de mantener un abastecimiento seguro de alimentos, sin poner en riesgo la salud de quienes damos vida a esta cadena.
Nosotros estamos haciendo nuestra parte y el Estado debe continuar haciendo lo suyo, velando por el correcto y expedito funcionamiento de las barreras sanitarias; la no aplicación de nuevas cargas impositivas que compliquen una operación que ya ha sido económicamente compleja; la supervigilancia de las instituciones bancarias para que efectivamente traspasen a los clientes las líneas de financiamiento definidas por el Estado; y, sobre todo, asegurando los ingresos de las familias más carenciadas.
Estamos preparados para seguir cumpliendo nuestra labor.
Christian Arntz Mac-Evoy, presidente de la Sociedad Agrícola y Ganadera de Osorno (Sago)