Incertidumbre, proceso constituyente y ciclo económico
No recuerdo otro período de mayor incertidumbre que hayamos enfrentado como país en los últimos 30 años. A la inseguridad que ya teníamos luego del estallido de violencia de octubre pasado, se sumó en noviembre la del inicio de un proceso constituyente y ahora el de la expansión del covid-19.
Para ser justos, ya en abril de 2015 se instaló con fuerza durante el segundo Gobierno de la Presidenta Bachelet la idea de una nueva Carta Magna y las dudas respecto de las reglas del juego que nos regirían para las próximas décadas. Ello se diluyó con la llegada del actual gobierno del Presidente Piñera, en cuyo programa de gobierno no se hablaba de una nueva Constitución, sino más bien se acotaba la discusión a algunos cambios. Pero ese cuadro se alteró luego de abrirse en noviembre un proceso que se inicia con un plebiscito a efectuarse ahora en octubre, en el cual se definirá si se redactará o no una nueva Constitución, la cual tendría que ser ratificada por la ciudadanía en un segundo plebiscito, que probablemente se realizará en el segundo semestre del año 2022.
Desde hace años que se viene debatiendo si un proceso constituyente afecta o no la capacidad de crecimiento de nuestra economía a partir de la incertidumbre respecto de las futuras reglas de juego que ella genera. Si bien se ha intentado responder a esa pregunta analizando procesos en otros países, sin llegar a conclusiones ni muy robustas ni muy concluyentes, es necesario para responderla tener presentes al menos tres aspectos: el contexto país en el cual se inicia este proceso, tener presente la realidad económica que vamos a enfrentar mientras dure el proceso y evaluar cuán abierta e incierta sea la discusión sobre los contenidos de una eventual nueva Constitución.
En el primer punto debemos considerar que este proceso constituyente nace después de una de las semanas más violentas que tuvimos en nuestro país luego del 18-O. A partir de un acuerdo político llamado "Por la Paz y una nueva Constitución" se abrió el proceso, pero este no trajo la paz. La violencia solo ha cesado luego de la crisis sanitaria que comenzó a expandirse recientemente. ¿Quién puede asegurar que la violencia no vuelva a instalarse nuevamente una vez que esté controlada la expansión del virus? Se mantiene esa incertidumbre.
En cuanto a la situación económica en la cual estará el país al momento de discutir una eventual nueva Constitución, probablemente será la peor de los últimos 30 años. Antes del estallido de violencia de octubre pasado, el Banco Central proyectaba un crecimiento para Chile de 2,5% en 2019. Finalmente terminamos creciendo un poco más de 1%. Para este año 2020, el Banco Central proyectaba un crecimiento de 3,25%, el cual también ajustó a la baja, proyectando una expansión de solo del 1%. Hoy las proyecciones más optimistas hablan de una caída de la actividad económica para este año del 1%, suponiendo que la pandemia se logre controlar a junio y que efectivamente países como China no vuelvan a presentar un rebrote.
En tercer lugar, se debe considerar la incertidumbre respecto del contenido de una eventual nueva Constitución. Se ha instalado con fuerza la idea de una hoja en blanco, lo que deja sin bordes la discusión respecto de su contenido. De hecho, durante el breve período de campaña que tuvimos se hablaba de partir de cero. Ello significa que durante dos años -lo que dura el proceso en caso de abrirse en octubre- no tendremos certeza alguna respecto del contenido que ella pudiera tener.
Lo que necesitamos como país es acotar los espacios de incertidumbre, no aumentarlos. Algunas fuentes de ella dependen de nosotros, otras no. No tenemos certeza respecto de cómo será la violencia en nuestro país una vez controlada la pandemia del coronavirus, ni de cuán profunda será la crisis económica mundial y chilena, y cuán duradera será. La única incertidumbre que hoy está en nosotros como país poder acotar es la que se instala a partir de la redacción de un eventual nuevo texto constitucional. Si no logramos poner límites a la discusión, la posibilidad de recuperar con fuerza nuestra economía se alejará cada vez más.