En esta época, con la presencia frecuente de lluvias y un aumento en las temperaturas, el pasto y los matorrales crecen con mucha rapidez y fuerza y tal fenómeno crea verdaderas selvas en sitios abandonados, pero que sí tienen propietarios. Se les puede calificar de tal forma toda vez que no se observa por ellos la menor preocupación, con un grave perjuicio para los vecinos de cada lugar.
Esta situación se repite año tras año y los ciudadanos se molestan por las consecuencias que ello puede traer.
En efecto, hay formaciones arbóreas que se transforman en excelente refugio para que elementos antisociales se refugien allí para consumir drogas y alcohol, que los convierten en un peligro para el vecindario, utilizándolos incluso como dormitorios.
Esta situación da pie para actos delictuales o agresiones a las personas que deben circular por dichas veredas, especialmente mujeres. Se presta, además, para la proliferación de ratas y para que sean ocupados como basureros.
Afortunadamente hay propietarios -empresas en ocasiones- que se están preocupando de hacer la limpieza correspondiente, pero en la mayoría de los casos no es así.
Cada municipio tiene atribuciones para ordenar el cierre de tales propiedades, con panderetas o similares, cobrar multas si no se cumpliere pero que son de escaso monto, etcétera.
En consecuencia, no hay procedimientos realmente expeditos y sanciones fuertes que inclinen a los propietarios de los sitios vacuos a cumplir con la ordenanza respectiva.
Algo similar ocurre con las casas abandonadas y apropiadas por los llamados "okupas".
Faltan procedimientos ejecutivos que permitan definir cuándo una propiedad está abandonada, no tiene herederos y proceder a su demolición si constituye un real peligro, o proceder a su venta con beneficio fiscal.