Juana de Asbaje, también conocida como Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), en el libro "Respuesta a Sor Filotea de la Cruz" (1691), afirmó: "Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar (que fuera en mí desmedida soberbia), sino sólo por ver si con estudiar ignoro menos. Así lo respondo y así lo siento".

En el contexto histórico-social de esa época, la afirmación defiende el legítimo deseo de estudiar e irrumpe con un fuerte sentido de género. La consecuencia es ignorar menos. No necesariamente ignorar menos es el recíproco de saber más. Incluso, aparece en escena la máxima de Sócrates (470 a. C.- 399 a. C.): "Solo sé que no sé nada". Asimismo, subyace en la afirmación inicial un pensamiento holístico y de conmovedora humildad.

Por otro lado, José Ortega y Gasset (1883-1955), en el libro "Misión de la Universidad" (1930), alumbra las interacciones humanas: "Alguien nos explica la situación (difícil, confusa, tenebrosa) con una idea feliz y, entonces, sentimos en nosotros una súbita iluminación. Es la luz de la evidencia (…) De ahí que vayan juntos los vocablos método e iluminación, ilustración, Aufklärung".

El pensamiento de Gabriela Mistral (1889-1957) inspira a unir armónicamente lo dicho: "Es un vacío intolerable el de la instrucción que antes de dar conocimientos, no enseña métodos para estudiar".

En una mirada contemporánea y a escala país, las instituciones de educación superior (IES) son promotoras del estudio metódico y reflexivo. Además, están llamadas a amalgamar el entramado territorial y complejizarlo mediante la formación de personas íntegras con deseos de ignorar menos e interactuar más.

Bajo esta mirada, en la provincia de Osorno, las IES presentes fomentan el desarrollo territorial creando y recreando patrimonios con una fuerte identidad local. Por cierto, la preservación de la identidad local es una motivación suprema.

Dentro de todos estos patrimonios, sin lugar a dudas que "Osorno a Fuego Lento" prestigia al sur de Chile con proyección internacional. En efecto, cada año asombra con la calidad de su propuesta y deja altas expectativas para las versiones futuras. ¡Enhorabuena!

A la luz de la evidencia, la invitación es a que en la provincia de Osorno fluyan más y mejores iniciativas que ignoren menos e interactúen más con el firme propósito de conducir el desarrollo territorial con profundo sentido humano.

Nabor Carrillo Estefa, académico de la Universidad

Tecnológica de Chile Inacap, sede Osorno

Tres consecuencias concretas ha arrojado hasta ahora la denuncia que planteó un residente del sector de Las Quemas Bajas, en la comuna de Osorno, respecto de la extracción ilegal de áridos desde el río Rahue, acción en la que se han visto involucrados los propietarios del predio aledaño al cauce y que visó las faenas, la empresa subcontratada para retirar el material pétreo, y el propio contratista que aparentemente hizo el trato con determinadas constructoras para entregar el ripio (pues a alguna parte va a parar). El primer coletazo administrativo ha venido desde el Servicio de Vivienda y Urbanismo (Serviu), que al conocer las declaraciones de uno de los pocos operadores autorizados para extraer áridos (Rafael Dowling), anunció que de aquí en más se solicitará un certificado de procedencia del material pétreo a las empresas que se hayan adjudicado sus proyectos y que recurren al ripio para sus obras, que son muchas.

La segunda consecuencia ha venido del Ministerio Público, que para una mejor investigación, decidió unificar la denuncia reciente con una anterior, de 2017, que también se refería a trabajos ilegales en la misma zona. Y la tercera, aún en curso, debiera venir de la Dirección General de Aguas (DGA), organismo que hace pocos días recibió un oficio del municipio dando cuenta del desvío indebido del cauce del río en el sector.

Cada una de estas decisiones y actuaciones de organismos del Estado da cuenta de la verosimilitud de la denuncia, saliendo al paso de quienes, arriesgadamente, se atrevieron a tildar de una exageración el relato sobre lo que ocurría en Las Quemas Bajas. La errática relación que ha tenido Osorno con sus ríos (el Rahue y el Damas), con episodios que van desde declaraciones de afecto y ambiciosos planes de desarrollo hasta el olvido sistemático sobre lo que ocurre en sus riberas y en sus cauces, exige una preocupación mayor de los entes estatales, por un lado, y que se respeten las normas medioambientales y extractivas que rigen para su material pétreo, por el otro. Esta exigencia se hace aún más imperiosa después de la caída del puente Cancura.

Una materia tan sensible para la zona como la extracción de áridos demanda la mayor de las claridades y celeridades.