En la llamada era digital, la información es un bien demasiado valioso. Ya no se trata sólo de conocer el nombre, el RUT e incluso el domicilio de una persona. Desde los flujos comerciales a las aficiones personales son susceptibles de ser pesquisadas, organizadas y convertidas en bases de datos predictivas.
¿Por qué supermercados y grandes tiendas premian con puntos y beneficios a los consumidores a cambio de entregar el RUT? Ciertamente no lo hacen para fidelizar a sus clientes, sino porque el cruce de datos permite establecer sus hábitos de consumo, preferencias, frecuencias y presupuestos. Con esa información, sumamente personalizada y segmentada, diseñan y modifican estrategias de venta y publicidad.
Lo mismo ocurre hoy con las redes sociales y los servicios en línea. La enorme cantidad de datos que las personas depositan, a veces sin siquiera notarlo, en las distintas plataformas que ofrece internet, permite definir tendencias y costumbres, hábitos y creencias, redes de amistades, temores, sueños y anhelos.
En este contexto es que hoy se está discutiendo en el Senado el proyecto de ley sobre protección de datos personales. Nadie pone en duda que los beneficios de un uso adecuado de los datos de las personas pueden ser fabulosos. Sin embargo, el rápido avance de las tecnologías y el desarrollo del conocimiento asociado al tratamiento de la información puede, eventualmente, perjudicar los derechos de las personas.
La regulación del tratamiento de los datos personales es necesaria y urgente para garantizar el respeto y la protección de los titulares de estos datos. Chile requiere un marco regulatorio flexible, que se adapte al rápido desarrollo tecnológico y que, a la vez, sea lo suficientemente fuerte y eficaz para prevenir vulneraciones a los derechos de las personas y situaciones que pueden afectar gravemente el orden social e incluso la seguridad del país.
El uso de los datos personales debe ser estrictamente regulado, y quienes hagan uso malicioso abusivo de ellos deben recibir sanciones de acuerdo a la gravedad de sus faltas. Si queremos ser un país desarrollado y empinarnos a la altura de los estándares de la OCDE, debemos tener también leyes y regulaciones más modernas, que comprendan y se hagan cargo de la defensa de los derechos y la privacidad de las personas, y no sólo de las necesidades de quienes aspiran a seguir ganando dinero -o elecciones- con la información personal del prójimo.
Rabindranath Quinteros Lara, senador por la Región de Los Lagos