Asistentes tomaron once con los ojos vendados para sensibilizar lo que significa vivir a ciegas
EMPATÍA. En la tercera versión de esta actividad, la presidenta de la Organización de Ciegos Emprendedores de Osorno afirmó que nadie está lejos de la discapacidad, ya que por una enfermedad o accidente a cualquiera le puede tocar.
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"Nadie sabe lo que ocurrirá, ya que uno también puede perder la vista. Por eso esta actividad es muy recomendable para niños y adultos", expresó Belén Peralta, de tan sólo 11 años.
Ella fue una de las personas que participó en la tercera versión de la "Once a Ciegas", que lleva a cabo la Organización de Ciegos Emprendedores de Osorno.
Cecilia Kramm, presidenta del citado organismo, comentó que en la actividad le vendaron los ojos a personas sin ceguera, para que tomaran once y fueron atendidos por personas ciegas y con baja visión.
"No es fácil vivir la experiencia de ser ciego, aunque sea por un rato", aseguró.
Y así quedó en evidencia, ya que más de algún comensal no resistió la tentación de levantar un poco el antifaz para tomar el té o comer un trozo de torta.
En este contexto, y tras señalar que llevan casi 12 años funcionando al alero de la Iglesia Presbiteriana, la dirigenta destacó que este evento ha tenido cada vez mayor participación de la gente.
En todo caso, afirmó que para las personas no es fácil ponerse en el lugar de ellos. "Hay algunos que lo piensan mucho, a veces compran la entrada pero al final no vienen", contó.
La presidenta de la organización añadió que esta actividad genera un cambio en las personas que se deciden a vivirla.
"Cambian la percepción que tienen de las personas ciegas y existe mayor sensibilización y empatía. Y ese es el objetivo de esta once, porque les permite saber lo que es vivir a ciegas", relató Cecilia.
En esta línea, enfatizó que "nadie está lejos de la discapacidad, porque por una enfermedad o un accidente a cualquiera le puede tocar".
Y subrayó que "más le cuesta a quienes han tenido vista normal y después quedan ciegos. Ahí es mucho más difícil aceptar lo que les toca vivir", comentó.
Desafíos
El sicólogo Esteban García precisó que ellos no son no videntes, sino que hoy se habla de "personas en situación de discapacidad. En mi caso, tengo una baja visión, porque tengo un remanente visual".
El profesional integró el grupo de personas que atendieron a quienes participaron en esta tercera "Once a Ciegas".
"Al principio se sienten bastante inseguras. Algunos con mucha angustia por vendarse los ojos, ya que se desorientan. Empezar a moverse es un desafío y más aún sentarse a tomar once, porque manipular agua caliente genera miedo de quemarse o mojarse si es fría. Con el transcurso de la actividad comienzan a animarse y a atreverse", explicó.
Expresó que con cada nueva versión se van animando a invitar a más gente. Partieron la primera con alrededor de 20, el año pasado fueron 40 y ahora llegaron 60 asistentes.
"Así como para quienes vienen es un desafío tomar once con los ojos vendados, para nosotros también es un reto atender cada vez a mayor cantidad de personas", expresó el sicólogo del programa de integración de la escuela Leonila Folch de Osorno.
Además, opinó que esta es una iniciativa "bastante potente, porque permite sensibilizar a la gente. Y, desde ese punto de vista, es muy positiva y la gente se va contenta".
Experiencia
Luis Mesas vino desde Frutillar para participar en esta once. Subrayó que "en algún momento se puede perder la vista por enfermedades como la diabetes, o bien a raíz de algún accidente".
Dijo que este último es su caso, pues a los 15 años tuvo un desprendimiento de retina y hoy sólo tiene visión de luz, aunque a la larga quedará ciego.
"Estuve siete años en un colegio para no videntes y aprendí a usar el antifaz, para quedar totalmente a oscuras. Así pude ejercitar la orientación y la movilidad con el bastón, además de cosas habituales como tomar once", expresó el hombre de 44 años.
Macarena Mondaca, madre de Belén Peralta, contó que es segunda vez que vienen porque "tenemos una tía no vidente y es necesario valorar cuán importante es la vista".
Relató que "es muy difícil tomar once, porque uno no sabe a lo que va". Pero agregó que "es una gran experiencia, que nos permite ponernos en el lugar del otro y ser más amables".