Ricardo Cifuentes
Es un personaje en la ciudad y todos tienen una opinión amable del popular "don Willi", que se merece el respeto ganado por la buena atención y su sonrisa siempre acogedora.
Se trata de Francisco Lineros Mansilla, de 76 años, quien llegó a esta ciudad cuando vino a dejar a un veterinario con el que trabajaba, no obstante cambió de trabajo y derivó al rubro gastronómico, primero como junior, luego como ayudante, después como garzón y finalmente trabajó de barman, actividad que ha ejercido por más de 50 años.
Casado con Candelaria Naipán Vargas y padre de 3 hijos, jubiló en 2006, no obstante, aún sirve en cada evento al cual es invitado.
Trabajó durante años con Pilar García, concesionaria por varios periodos en el Club Alemán de esta ciudad, al cual se siente ligado, porque permaneció con ellos durante casi 54 años.
"Aprendí al lado de Luis Pardo, por el año 1962, cuando él era el concesionario del Club de Artesanos y luego me recibí de barman con Enrique Ovalle, que sólo enseñaba una vez, porque era su profesión y la cuidaba; ellos me forjaron en esta actividad que aún ejerzo, porque es cierto, jubilé por mi edad, aunque sigo en lo mío", afirma don Willi.
Afecto y respeto
En sus recuerdos aparecen nombres, fechas y anécdotas con los personajes de antes, como por ejemplo el doctor Knopel, Aurelio Santa María, Ricardo Preisler, Augusto y Roberto Grob y los alumnos del Colegio Alemán que llegaban al club para consumir modestas papas fritas, tras reunir el dinero para pagarlas y se acercaban a él para solicitarlas.
"Con mucho respeto y educación todo se pedía con la palabra por favor, eso hacía que uno se sintiese importante y considerado parte de una familia", señala sonriendo.
Habla de vainas, aguas tónicas, gin con gin y otros tragos, hasta llegar al pisco sour, que lo ha hecho famoso y cuya receta es simple: limón de pica, azúcar flor, hielo y pisco a gusto.
Asegura que es parte de la historia del Club Alemán y que sus antiguos y nuevos clientes aún le solicitan los tragos que lo han hecho famoso.
Dice que en su trabajo ha recibido muchas felicitaciones y personas a veces desconocidas se acercaban en los eventos para solicitar algún trago especial, "pero sobre todo el pisco sour, que dicen tiene mi marca", confiesa.
Sobre La Unión, indica que aparecieron poblaciones en terrenos que antes eran campos, "hoy somos una ciudad que entonces no imaginamos cuando solo había tres o cuatro calles pavimentadas alrededor de la plaza".
Socorros mutuos
El recordado dirigente Alejandro Pozo González lo invitó en 1963 a integrarse en un proyecto asociativo social que llegó a tener casi mil socios, en la Sociedad de Socorros Mutuos Arturo Prat de La Unión.
"Me pareció interesante el proyecto, que incluía beneficios para todos los socios, entre otros el pago de recetas médicas hasta por 4 veces en el año, una cuota mortuoria que aliviaba el momento difícil de la familia, aparte de tener derecho al uso de la biblioteca y piano que tenía la sociedad en su sede", detalla.
Recuerda que en los días previos a navidad se hacía la pascua para los hijos de los socios, "para lo cual pagábamos una pequeña cuota y Alejandro Pozo compraba en Santiago los regalos para nuestros hijos; fue una época maravillosa donde la institución se transformó en un polo de atracción que este conocido dirigente de La Unión hizo crecer".
Y agrega que "le acompañamos en la directiva y fue una bonita experiencia, donde se conjugaba compromiso, trabajo y satisfacción al ver a los niños que eran atendidos por los socios y la directiva".
La Sociedad de Socorros Arturo Prat todavía existe, aunque no lo han contactado.
"Soy uno de los últimos directores de esa época de esplendor que todavía sigue vivo", afirma.