Presidente de la Cámara de Comercio convirtió su casa de campo en un museo
RELIQUIAS. Marcelo Álvarez abrió las puertas de su vivienda en Misión San Juan, para mostrar su singular colección privada.
Con el dato de que el galpón de su casa de campo, ubicada en el sector de Misión San Juan, tiene más de cien años de antigüedad, parte el recorrido que el presidente de la Cámara de Comercio e Industrias de Osorno, Marcelo Álvarez, quiso compartir con El Austral, impulsado por cercanos que lo animaron a mostrar su colección privada de reliquias que guardan un profundo valor sentimental para el empresario local, conocido también por ser el dueño de la Panadería y Pastelería Rhenania.
Nadie sospecharía que a la par del empresario y hombre de negocios, habita también un alma de artista, la que cultiva desde joven cuando tuvo la intención de estudiar artes en Santiago, pero luego las vueltas de la vida lo llevaron a ingresar a la carrera de Agronomía que, cuenta, no le gustó por contener muchos números, hasta que por fin encontró su lugar hace 40 años en Osorno, donde asentó su destino y entró a estudiar Perito Agrícola en el Instituto Profesional Agrario Adolfo Matthei.
Colección privada
Su amor por el campo y la naturaleza es una de sus facetas, la que disfruta en su casa rural donde se dio el gusto de crear un bosque de arrayanes y plantar otro tanto de árboles, arbustos y flores. Junto a ese entorno maravilloso que se interna en la comuna de San Juan de la Costa, Marcelo Álvarez echó a andar su creatividad y convirtió el terreno en un verdadero santuario natural y de recuerdos.
Al entrar al predio "Cuncumén", cuyo nombre significa "burbuja bajo el agua", se aprecia el antiquísimo galpón que en vez de cobijar fardos de pasto o utensilios del campo, alberga de forma ordenada, como si fuese un museo, diversas antigüedades.
"Cuando compré el terreno el galpón ya existía, pero se fue desarmando. Era sin piso de cemento y el techo de tejuelas, pero yo lo fui remodelando hasta ahora, que con piso de cemento guarda diversos artefactos", comenta Álvarez.
Dentro del galón se puede apreciar en lo alto una gran lámpara, que es una réplica de la lumbrera que posee la Catedral San Mateo.
También en lo alto están colgadas, hechas de un sólo madero, el contorno de dos tapas de letrinas que existían cuando llegó a su terreno y ahora las exhibe acompañadas en su contorno de unas máscaras que, dice, diseñó su nuera.
En la parte baja se aprecian los primeros refrigeradores de Rhenania, que datan de más de cuarenta años atrás, una lavadora de inmigrantes alemanes, una máquina para elaborar mantequilla, vitrinas de hace décadas de la pastelería y una serie de implementos de la fabrica, entre otros, como pesas de antaño, ruedas, jarrones y esculturas.
También se aprecia un par de añosas bancas de la Iglesia San Francisco. Como anécdota, cuenta que las adquirió intercambiando una lata de kuchenes a cambio de ellas.
Al salir del galpón al aire libre, el empresario creó un rincón que le rinde homenaje a la fallecida pintora osornina Carmen Águila. En su nombre se observa un estante con hermosas plantas, entre otros artilugios; y cuenta que lo hizo, pues era amigo de la artista a quien visitaba y con la cual compartía también algunas pinceladas, cuando ella estaba viva.
Casa museo
El recorrido continúa fuera de la casa, donde hay una exuberante vegetación y un anti-jardín creado con una entrada con rocas y piedras para moler el trigo; junto a el hay una bomba de agua antigua con un perol de cobre para simular que sigue vigente. Antes de entrar a la casa, que de por sí es un verdadero museo, se aprecia un gran árbol y de sus ramas cuelgan ollas, teteras y fuentes.
"Fui al Cuzco, en Perú, el año pasado y vi algo similar, Habían otras cosas colgadas pero se me ocurrió utilizar la gran cantidad de ollas y recipientes que guardaba bajo la casa y me dije ¡aquí está lo mío! y las puse en el árbol", comenta Marcelo Álvarez.
Al entrar a la propiedad, el atractivo continúa y se acentúa. El frontis evidencia una casa antiquísima que conserva su fachada. Su dueño cuenta que la vivienda estaba cuando adquirió el terreno y quiso conservarla, remodelándola más que nada en su interior, donde no había baño y hoy se aprecia uno espacioso con una tina antigua con cuatro patas. Solo en el baño se aprecian cuadros de pintura y una colección de envases de polvo de maquillaje femenino que guardó de su madre.
De su papá heredó algunos de los sombreros que usaba y agregó unas decenas más que se exhiben en el living de la casa, lugar donde se concentran sus colecciones de botellas, llaves, estampas de santos, libros, vitrales y figuras decorativas, entre otros de valor familiar e histórico. Su colección continúa creciendo dentro y fuera de la casa, donde Alvarez ha hermoseado elementos con mosaicos con diseños creados con sus propias manos.
Asegura que lo inspiró la casa del poeta Pablo Neruda, pero lo que creó en su entorno privado tiene sello propio. Sin más, es un lugar con alma que invita a reflexionar.
casa y entorno natural fueron transformadas en un museo por el presidente de la Cámara de Comercio. Una