Hoy en día, el hecho de tener a más de 9,5 millones de chilenos endeudados -muchos de ellos, incluso, sobreendeudados, de acuerdo con los datos entregados por Dicom y la Universidad San Sebastián-, una economía en caída libre, el precio del cobre a la baja, los reiterados abusos y casos de corrupción de la clase política, los innumerables casos de colusión en desmedro de la población, el alza abusiva de los medicamentos, el aumento de la delincuencia (en cantidad y violencia), los altos índices de contaminación, el aumento de la inflación, etc., han contribuido claramente a que los trastornos del ánimo se hayan disparado.
¿Resultado de esta realidad? Gente estresada, estados de angustia y ansiedad al por mayor, personas con problemas de insomnio y conciliación del sueño, diversos tipos de depresión, así como un número cada vez mayor de ataques de pánico -entre otros trastornos del ánimo-, están llenando las consultas médicas y psicológicas de Osorno y la Región.
En 2015, el psiquiatra Rodrigo Paz señaló en una entrevista que Chile no sólo era un país enfermo, sino que era "un país brutalmente enfermo". El Dr. Paz destacaba la presencia de "altas tasas de depresión, estrés y adicción de la población", y entregaba cifras preocupantes.
Según la última Encuesta Nacional de Salud, se había establecido que 2 de cada 10 chilenos presentaban síntomas depresivos, hasta el punto de provocar algún grado de incapacidad funcional. Al comparar esta cifra con las estadísticas internacionales, el resultado era abrumador: nuestro país presentaba entre tres y cuatro veces más prevalencia de depresión en la población chilena adulta que en el resto del mundo.
Si luego se consideraba el índice de suicidio en niños y adolescentes, se advertía otro dato atemorizante: mientras que en los países pertenecientes a la OCDE el índice de suicidio en jóvenes se mantenía estable o iba en disminución, en Chile y en Corea del Sur iba en aumento.
La reflexión es la siguiente: ¿hay algo que hayamos hecho para que los índices de trastornos del ánimo y enfermedades mentales detectados en 2015 pudieran haber mejorado? Mucho me temo que no, y eso constituye un asunto que no puede seguir esquivándose por más tiempo, ya que la salud mental ha sido, desde siempre, un factor más que delicado y al cual se le sigue brindando poca atención, o por lo menos, no toda la atención que merece la población chilena: faltan hospitales, faltan especialistas en salud mental, faltan medicamentos y equipos de todo tipo. Es tiempo de poner punto final a este grave problema.
Franco Lotito C., académico
e investigador de la Uach