Prioridades médicas
Del accidente que dejó dos víctimas fatales a pasos de un Sapu debieran sacarse varias lecciones sobre lo esencial y lo accesorio.
Un muy necesario debate debería generarse luego de conocer los singulares antecedentes de los hechos ocurridos inmediatamente después del accidente de tránsito que en la noche del viernes costó la vida de dos personas que viajaban a bordo de un automóvil, en la esquina de la calle Los Carrera con Angulo, a pasos del terminal de buses interprovinciales de Osorno. Allí, impactaron violentamente el vehículo menor contra un microbús que traía como pasajeros a trabajadores de una empresa local. La peculiaridad de este hecho estuvo en que a pesar de quedar los vehículos (y sus ocupantes) prácticamente afuera del Servicio de Atención Primaria de Urgencia (Sapu) que funciona en el Cesfam Marcelo Lopetegui, ninguno de los profesionales de la salud o funcionarios que se encontraban a esa hora, fue capaz de salir del recinto y prestar los primeros auxilios, comenzando con el conductor del automóvil y su acompañante que fallecieron por las heridas recibidas.
De acuerdo al relato de los testigos, varios de quienes presenciaron el choque corrieron al Sapu para pedir el urgente auxilio médico, sin embargo, decidieron no salir del recinto argumentando que no tenían autorización. Desde el Departamento de Salud Municipal se explicó que uno de los dos médicos que atienden el centro de salud había avisado poco antes que no podría ir a trabajar, de modo que por la existencia del protocolo que rige a la entidad, el único profesional presente no podía dejar de atender a los pacientes que estaban allí, impidiéndole así socorrer a las víctimas del choque.
La explicación de los órganos de salud es extraña, igual que el protocolo. Es muy probable que las reglas contenidas en el documento se hayan establecido para evitar largos viajes de los médicos, con la legítima intención de no desproteger a los usuarios del sistema. Pero una cosa muy distinta es desatender una emergencia médica a pasos del recinto.
¿Qué pasaría hoy si al frente del Cesfam se produce un incendio?, ¿o si una anciana o un niño son atropellados al frente? Es evidente que en los hechos del viernes faltó el sentido común o, en último caso, una sana curiosidad por saber lo que ocurría afuera. Es un deber para el municipio iniciar una investigación. Hay que definir las responsabilidades y, además, fijar correctamente las prioridades. La vida debiese ser, siempre, el mayor de los propósitos.