Querida Madre Tierra; febrero 2010, Chile, terremoto 8.8 de intensidad. Abril 2016, Ecuador, 7.3. Además, con más frecuencia y más violencia; inundaciones, huracanes, tornados y todo tipo de eventos climáticos con nefastas consecuencias para nosotros. Nosotros tan poderosos, dueños de esto y aquello, conocedores de este mundo y los otros, sabios de morondanga, cuando usted se mueve quedamos tamborileando en un cacho y cuando sopla el viento; con el alma en un hilo y por supuesto acordándonos de Dios.
¿Y a pito de qué reseña catastrófica con ínfulas de documento histérico entre un hecho histórico que marca su supremacía indómita?
Bueno, a pito que por un lado el hombre se siente víctima de estas tragedias, pero por el otro da la impresión que nos quedamos en la queja. Mientras algunos empresarios le hacen un giño y eliminan las bolsas plásticas de los supermercados, paralelamente siguen vendiendo pañales desechables, protectores femeninos, botellas de plástico, envases de lácteos, etc. O mientras los ecológicos se cortan las venas por impedir tal o cual represa, ninguno de ellos está dispuesto a dejar de usar electricidad. O mientras los poderosos del mundo se reúnen en cumbres y concilios, el resto de los terrícolas seguimos dejando regaderos de mugre y plástico por donde vamos, de hecho ni siquiera somos capaces de clasificar la basura en nuestro propio hogar, entre otras malas costumbres.
Aquí entre nos, ¿le preguntaron, alguna vez, por las consecuencias de experimentos nucleares en el atolón de Mururoa? ¿O qué opina usted del último derrame de petróleo o la intervención de los cauces de los ríos?
Aún peor, mientras los países más contaminantes (verdaderos fabricantes de contaminación) son incapaces de respetar sus propios acuerdos y rimbombantes compromisos ecológicos, no tienen empacho en decretar y celebrar su día: ¿Hipocresía? ¿Inconsecuencia?
Madre Tierra, ¿cómo lo hace? ¿Como a pesar que día a día destruimos su maravilloso sistema nos sigue sonriendo cada mañana? ¿Cómo es posible que mientras nosotros sembramos muerte usted nos devuelve una flor?
Querida Tierra, desde la profundidad del alma, gracias.
Vivian Arend