El efecto invernadero es un fenómeno conocido desde finales del siglo XVIII, pero es en 1970 cuando recién se comienza a conocer el impacto de las actividades humanas sobre el clima. Es en esta época que se comenzaron a medir las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI). Baste señalar a este respecto que las emisiones (fundamentalmente CO2) crecieron un 30% entre los años 1900 y 2010; que en las regiones polares esto se ha traducido en un calentamiento que ha variado de 2° a 4° grados, y que de los 15 últimos años, 14 se sitúan entre los más calurosos jamás registrados.
Francia es sede de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Clima (COP21), correspondiéndole al país anfitrión la importante tarea de organizar los diálogos y las diferentes negociaciones. Una de las metas más significativas es no aumentar el calentamiento medio de la Tierra más allá de 2 °C, cuestión difícil de lograr si se tiene en cuenta que hasta la fecha ya hemos gastado más de la mitad del GEI "autorizado" para respetar este objetivo, que de no cumplirse traería aparejado consecuencias devastadoras e irreversibles para el planeta.
En París convergerán los países con mayor producción de GEI (Estados Unidos y China) con un 45% de las emisiones, estarán presentes Canadá, Australia y Rusia, tres gigantes que por razones de escepticismo climático o por dificultades con el multilateralismo, se encuentran reticentes a hacer aportes significativos, y también asistirán como protagonistas los grandes países emergentes como Brasil e India, este último con más de un 70% de su matriz energética basada en el carbón. Asimismo, están convocados muchos otros países, entre ellos Chile, que por un lado lleva la carátula de ser el segundo país de América Latina en implementar gravámenes de tipo ambiental (Ley de Carbono), levantando además la bandera de territorio con alto potencial en energía renovable no convencional, pero que lleva también el estigma de haber privilegiado por tantos años los combustibles fósiles, y ser una de las naciones con mayor crecimiento de emisiones de GEI per cápita.
El desafío es mayor, además, por la obligatoriedad sólo aparente de los acuerdos que adoptan los Estados en este tipo de cumbres, lo que queda demostrado con el relativo fracaso del Protocolo de Kyoto, actualmente vigente. Con todo, hoy es necesario luchar por la creación de una especie de Tribunal de Cuentas del Clima, que al menos obligue a los Estados a exponer al mundo los medios y los resultados obtenidos en el tiempo, avanzando en transparencia, base de la confianza entre los países.
Pablo Saint-Jean,
abogado osornino