¿Otra vez?... Como se sabe, justo después de las fiestas de fin de año, de comer como marabuntas y gastar como país en guerra, se nos vienen encima las vacaciones para puro cobrar kilos de más, todo entre facturas de matrículas y todavía pagando regalos pascueros!...
¿Vacaciones? Otra vez hay que estar bronceadas como llegando de Punta de Cana, flaca como espárrago y sonriente como si tuviéramos saldo a favor en el banco...
¿Vacaciones? ¿Aquí, donde los santiaguinos hacen abuso de carreteras-caminos-y-riberas con sus Audi, lanchas, motos de agua, pañales y yogures? Con sus bolsos llenos de bronceadores, limas y best sellers arriban a nuestro querido sur y los supermercados se sobrepoblan de varones vestidos de capitán de yate, señoras "botoxesadas" y niñitos chillones aún con la boca cerrada...
¿Vacaciones? Justo cuando empieza el acarreo de petróleo, la cosecha y las frambuesas, transportar repuestos, hacer jarabe, trasladar maestros y lavar plumones...
¿Vacaciones? ¿De qué hablan?... No es por pelar, pero cuando usted y yo éramos niños, las vacaciones eran bien distintas. Para empezar, estamos hablando de la época cuando salir a la plaza no era a riesgo de ser violentados y el peligro de andar en bici era pelarse las rodillas.
Cuando las pechugas eran de carne y las personas mayores tenían arrugas. Antes, cuando la tele era en blanco y negro, el celular una ficción y la tarjeta de crédito estaba en pañales; cuando el emporio surtía el barrio y las tiendas cerraban el domingo. En fin, cuando la niñez era más larga y la vejez más corta, las vacaciones consistían en dejar de ir al colegio para quedarse en casa a jugar y pelear con los hermanos.
En ese entonces, sólo algunos tenían la suerte de ir al campo de algún pariente (por pocos días) o a la playa. Y jamás a ciudadano alguno, se le hubiese ocurrido siquiera pensar que quedarse en casa era pecado o sinónimo de pobreza. Pero aquí estamos, gastando como país desarrollado y viajando con plata que aún no hemos ganado... ¿Me permite? ¡Marzooo vuelve prontoooo!... Gracias.
Vivian Arend