Libertad de enseñanza y de elección
Nuestro sistema educacional desde los albores de la República ha consagrado dos principios básicos: la libertad de enseñanza y libertad de elección. El primero se refiere a la posibilidad de que cualquier persona natural o jurídica pueda crear un establecimiento educacional con un proyecto educativo propio, siempre respetando las leyes, normas y el currículo mínimo establecido por el Ministerio de Educación. Así entonces, teniendo el reconocimiento oficial, el sostenedor o dueño de la escuela puede desarrollar su proyecto educativo, sea éste religioso, artístico, deportivo o de cualquier otra naturaleza, como son los basados en metodologías no tradicionales. La libertad de elección, por otra parte, consiste en la facultad de los padres de elegir libremente la escuela donde quiere que sus hijos se eduquen, sin límites geográficos, ni de ninguna naturaleza. Se podrá argumentar que esta libertad está restringida por la capacidad de pago de los padres, pero aun así, dentro de esa capacidad existe total libertad.
Pues bien, ambas libertades están fuertemente amenazadas con la Reforma Educacional. No sólo porque habrán muchos colegios subvencionados que se verán obligados a cerrar, sino que, aún más grave, por las disposiciones de la reforma en cuanto a selección y territorialidad.
En efecto, la reforma establece que, existiendo vacantes en un territorio definido por el Mineduc, no existirá autorización ministerial para crear un nuevo establecimiento de educación. Es decir, si en un territorio específico no existe un colegio religioso -de cualquier confesión- artístico o deportivo; pero entre los colegios establecidos existen más vacantes que las "necesarias", no se podrá establecer un nuevo proyecto educativo. Esto obviamente es un atentado a la libertad de enseñanza. También lo es a la libertad de elección ya que, como el proyecto establece que los niños tendrán que ir a establecimientos dentro de un determinado territorio, los padres que quieran enviar a sus hijos a un colegio religioso no podrán encontrar uno.
Es más, si hay exceso de vacantes en el territorio, pero los buenos colegios no tienen cupos; será un sistema aleatorio el que asignará la vacante entre los establecimientos que sí tienen y que, por definición, son menos demandados. Los padres entonces no podrán elegir dónde llevar a sus hijos y menos, llevarlos a un colegio fuera de su comuna. Se argumentará que tampoco es posible ejercer la total libertad de elección si hay restricciones económicas. Pero eso tiene una solución y bastante menos costosa que la que se propone: subsidiando la educación de acuerdo a las condiciones socioeconómicas de las familias, asegurando así gratuidad total al 70% más pobre.
Víctor García Ossa