Ninguna persona con el corazón bien puesto y provista de un mínimo de objetividad podría dejar de reconocer el inmenso aporte que ha significado para nuestro país la obra de la Teletón.
Más de noventa mil chilenas y chilenos, a lo largo de 36 años, han conocido de las bondades de una institución que, al hacer posible su rehabilitación, logró cambiarles la vida para siempre. No es poco. A ello se debe añadir que en sus orígenes -allá por el lejano 1978- tuvo la particular virtud de unir un país fracturado política e ideológicamente en pos de una causa noble: el cuidado y la atención de los niños discapacitados.
Pero desde aquella época hasta los días presentes (es casi una obviedad decirlo) es mucha el agua que ha corrido bajo los puentes. Las audiencias no son las mismas. La sensibilidad que las anima tampoco. Hoy ya no basta con visibilizar la discapacidad; hay que hacerlo de manera digna. Y ello supone entender a estas personas no como objetos de caridad, sino como sujetos de derechos, sin recurrir al expediente de la victimización.
Hay que distinguir entonces, el loable y eficiente trabajo que realiza la Fundación Teletón, del espectáculo televisivo, esencialmente desgastado, que se extiende por 27 horas consecutivas. En él han tenido lugar espacios de dudoso buen gusto y diversa manipulación emocional. Lamentable resulta también, presenciar el penoso festival de codazos protagonizado por los rostros de nuestra farándula, luchando para no quedar fuera de pantalla en el momento en que se da a conocer el cómputo final del dinero recaudado. ¿Cuántos de ellos entregan parte de su tiempo, al menos una vez al mes, para acompañar a los niños que se atienden en los centros de rehabilitación?
Inclusión social es mucho más que la sonrisa complaciente de aquellos hombres de negocios que, desoyendo el mandato evangélico que enseña que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha, divulgan a los cuatro vientos, en vivo y en directo, el valor de su cuantiosa generosidad. ¿Cuántas de las empresas que van a donar con aspavientos contratan personas en situación de discapacidad?
Aún queda mucho por avanzar en este empeño de integración y auténtica solidaridad para que pueda ser realmente "de todos" y no de unos pocos que son los mismos de siempre. Educar a una sociedad que se relaciona desde la segregación es el gran desafío pendiente.
Xavier Echiburú