No sé por qué me ha dado como una obsesión por los temas internacionales y eso que la agenda local está plagada de cosillas muy interesantes, como el contubernio Penta y las reformas al trote. Pero hace rato que algo se siente sísmico en el panorama mundial.
De momento y para corroborar lo que mi bola de cristal insinuaba se teme a una posible recesión como decía Aninat en una entrevista reciente. Pero fuera de eso, el mapa de poder se está moviendo de una forma nunca vista y acelerada. Sin necesidades de guerras mundiales (por ahora) ha habido cambios que antes habrían demorado décadas.
Hace tan sólo 10 años todavía se hablaba engoladamente de la supremacía norteamericana unipolar tras del derrumbe de URSS y la caída en la orfandad de sus satélites extranjeros. Hoy estamos hablando de China Rusia Malasia India y EE.UU.
Obama, El Premio Nobel de la Paz, la esperanza de años atrás, sigue el sendero de Marte, reflejando cierto pánico de las elites militares industriales, y además de las múltiples corporaciones que controlan el planeta. Por cierto que es más fácil tratar con las plutocracias que con regímenes que son huesos más duros de roer.
Todo esto indica que los gastos militares lejos de caer, aumentarán, y serán destinados a la guerra electrónica y a un ejército extremadamente tecnológico y de despliegue rápido y quien domine el aire, lo dominará. La velocidad ha hecho que ya no estemos lejos de todo, y por tanto, al margen. Desde cualquier parte, en cualquier lugar.
A veces multitud de declaraciones sólo sirven para desarrollar una guerra psicológica y tensar las posiciones adversarias, pero un ambiente crispado tiende por negatividad dinámica a producirte resultados histéricos. Gran parte, por no decir toda la política real de las potencias, es dirigida instrumentalizada por sus servicios secretos y el auge de las "black ops", ya es un rito aceptado, e incluso normalizado a la percepción pública.
Ya no nos extrañan asesinatos " selectivos" de los drones, ni algún " accidente" allá o acullá. Por tanto se va perdiendo la capacidad de regulación. Sume ambas cosas, la presión sobre los recursos naturales del planeta envejecido y marchito por el virus que somos, y el resultado es como para irse reservando un viaje permanente a Marte, meta muy popular en estos días.
Luis Alberto Solís Valenzuela