En este espacio me han leído muchas veces que el lucro no sólo se ha demostrado en la historia, sino que también en la teoría, que es el principal incentivo para progresar y entregar productos de acuerdo a las promesas realizadas. Es decir a la calidad que se oferta. En caso contrario el emprendedor que ha invertido parte importante, sino todo, su patrimonio lo perderá por no hacer entrega de lo prometido.
El ministro de Educación, en las últimas semanas, ha repetido incansablemente que educación y lucro son incompatibles, ya que los dineros que los sostenedores reciben, en lugar de reinvertirlos en calidad los retiran para su consumo. En el futuro, entonces, se invertirán en 'calidad'. Premisas obviamente falsas. En primer lugar, si se están discutiendo las enormes cifras de compra de colegios subvencionados, es ya un reconocimiento más que explícito que los sostenedores no han retirado arbitrariamente las utilidades, sino que por el contrario se han reinvertido en un proyecto de largo plazo (¿o alguien puede pensar que ese más de 80% de sostenedores que partieron con un proyecto educativo y que son normalmente profesores dueños de un solo establecimiento, tenían el capital para construir lo que hoy día tienen y que cuesta lo que el Mineduc dice?).
En segundo lugar, lo que el ministro dice, es suponer que la gestión bajo el régimen público será exactamente igual que con el actual privado. ¿Cuál es la evidencia empírica o teórica para eso? Tanto en este sector como en todos los de la economía y a través de prácticamente todos los países la evidencia es exactamente al revés y esto se debe sólo a un tema de incentivos. Lo que hay detrás de las declaraciones ministeriales son sólo afirmaciones ideológicas, sin ninguna base científica ni empírica, lo que obviamente extraña viniendo de un economista altamente preparado.
Una reforma educacional tiene efectos de muy largo plazo. Basta ver los resultados de lo que hicieron Aguirre Cerda, Frei Montalva y lo que se ha hecho en los últimos casi 35 años. Por lo mismo, una reforma en educación merece una reflexión serena, sin ideologismos, cuidando el mejor uso de los recursos y basada fundamentalmente en la calidad y equidad. Esto último, además, implica preocuparnos de las diferencias fundamentales entre regiones y sectores urbanos y rurales. Errores en estas políticas y reformas tienen costos de muy largo plazo y son infinitamente más difíciles de arreglar que el Transantiago. Y por supuesto sus costos muy superiores.