"Sólo una sensibilidad que es casta permite percibir la belleza de un cuerpo humano como pura belleza"
El intercambio entre el concejal Daniel Lilayú y la estudiante universitaria Pamela Ojeda, en el marco del concurso "Una reina para Osorno", vuelve a poner de actualidad la pregunta por el concepto de belleza y -en última instancia- la pertinencia de este tipo de concursos.
Durante las últimas décadas, el discurso predominante en los medios de comunicación de masas ha exaltado el valor estético del cuerpo, en desmedro de las otras dimensiones presentes también en él; no se habla o se habla ya muy poco, del aspecto cultural, ético o religioso que entraña la corporeidad humana.
Incluso se ha establecido una "ortodoxia" oficial del discurso corporal: los cuerpos deben ser bellos, saludables, delgados y jóvenes.
Esto implica que ha ocurrido un desplazamiento del atributo de la belleza hacia el plano físico. Y su misma definición se ha "impregnado" de marketing, pues ésta pasa a representar un capital simbólico que puede adquirirse, perderse o incluso comprarse. De esta manera, la belleza es entendida como "posesión" individual y el cuerpo deja de ser un solo todo para transformarse en mero conjunto de regiones inconexas.
Pero no siempre fue así. Para la alta escolástica, en un sujeto determinado, la belleza y la bondad son una misma cosa, pues se fundan en una misma realidad: la del ser. Por eso la metafísica habla de los "trascendentales", que son precisamente las propiedades "convertibles" que convienen al ente en cuanto tal: unidad, bondad, verdad, belleza (unum, bonum, verum, pulchrum). Lo bueno es, por eso mismo, verdadero y bello. Y la belleza nunca puede ir separada de la bondad y lo verdadero. En este plano es posible ir más allá de lo sensible y lo inmediato, trascendiendo la superficialidad de la mera exhibición de cuerpos, que no distingue entre un certamen de belleza y una feria ganadera.
En los animales, dice Tomás de Aquino, no se deriva ningún placer de la actividad de los sentidos: en el rebramo del ciervo no oye el león más que la presa que representa su alimento. El hombre es capaz de más.
Sólo una sensibilidad que es casta permite percibir la belleza de un cuerpo humano como pura belleza y gozarla en sí misma. Del mismo modo que sólo el que tiene un corazón limpio es capaz de reír de verdad, sólo percibe la belleza del mundo quien lo contempla con mirada limpia.