La invitación es a acompañar este momento de la vida con cierta sabiduría y ayudar a pensar de manera positiva.
Muchas interrogantes acompañan al desarrollo de la adolescencia contemporánea. Una de las más recurrentes es la inquietud por saber si lo que observamos en nuestros adolescentes, corresponde a un desarrollo sano o bien a uno con potencial de enfermar. Este momento angustia de sobremanera a padres, profesores y tutores de dichos adolescentes, pues son ellos quienes se sorprenden con alguna ocurrencia o comentario respecto de la vida social, familiar y/o personal, que puede provocar estupor o incluso espanto.
Para tranquilizar y apoyar a estos adultos, podemos decir que el fin de la infancia, es decir, entre 10 a 12 años, representa un momento del logro de un equilibrio psicológico y adaptación social, el cual rápidamente se transforma en transitorio y precario, en especial frente al empuje del proceso de llegada de la vida hormonal puberal.
Muchos adolescentes se sorprenden de manera muy positiva con la llegada de los cambios físicos y los aceptan e incorporan con relativa tranquilidad, sin embargo, los cambios emocionales y cognitivos resultan más complejos.
Dicho esto, se puede señalar que reconocer un proceso de desarrollo normal, de otro que no lo sea, resulta muy difícil y hasta confuso en esta etapa. Pero, a pesar de esto, los investigadores en ciencias de la psicología han propuesto algunos indicadores.
Plantean que una buena manera de predecir estaría dada por la forma en que se han construido los vínculos con las figuras de amor y cuidado en las etapas previas. Así, la presencia sostenida de los padres en las tareas diarias, la forma de estimular los logros escolares, el estilo parental para contener las conductas disfuncionales, la manera de comunicar los sentimientos de amor y frustración, el desarrollo de la vida espiritual, fortalecen los precursores del control más consciente de la conducta durante la adolescencia.
De esta forma, puede emerger una buena adolescencia, la cual se caracteriza, entre muchos otros elementos, por ser aquella en que se tolera la dependencia parcial que se tiene hacia los padres, se acepta así que la autonomía se dará de a poco, paso por paso, y que la autoridad de los padres busca en definitiva ayudar al cuidado de la propia vida.
La invitación es a acompañar este momento de la vida, con cierta sabiduría, al entender que se necesita ayudar a pensar de una manera positiva, mostrando una vida adulta más feliz y con futuro. Posiblemente así podamos invitar a muchos más a avanzar sin miedo hacia la próxima etapa.
Psicólogo y académico Facultad de Psicología USS